Port Moresby - “Me enteré de las precarias condiciones de los refugiados y solicitantes de asilo en Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, después de conocer a algunos de ellos, me di cuenta de que la situación en la que viven totalmente inhumana. Su sufrimiento me conmovió profundamente. Conocer a los solicitantes de asilo también me dio la oportunidad de expresar nuestra solidaridad y transmitir el apoyo, las oraciones y la buena voluntad del pueblo australiano, que tiene una gran tradición en el cuidado de migrantes y refugiados. Estoy preocupado por su situación”. Así lo declara a la Agencia Fides monseñor Vincent Van Long, OFM, obispo de la diócesis de Paramatta, en Australia, y responsable de la Comisión para migrantes y refugiados de la Conferencia Episcopal, después de su visita a Papúa Nueva Guinea donde se reunió con algunos refugiados y solicitantes de asilo en Nauru y Manus.
Las dos islas, ubicadas en el Océano Pacífico, albergan campos de refugiados donde los migrantes y los solicitantes de asilo que se dirigen a Australia son transferidos y detenidos en condiciones inhumanas después de haber sido rechazados. Los refugiados en la isla ahora viven en un limbo legal que puede prolongarse años. Algunas de estas personas, en estado de total desesperación, se han llegado a suicidar.
Las palabras del obispo Van Long se añaden a las conclusiones del encuentro que tuvo lugar en los últimos días en Port Moresby entre una delegación de siete miembros de la Iglesia australiana y algunos de los refugiados abandonados en Papúa Nueva Guinea durante años. Durante su visita el obispo tuvo la oportunidad de conocer cómo son las casas ofrecidas por el gobierno de Papúa a los migrantes en el marco de una iniciativa lanzada en agosto con la intención de transferir a los solicitantes de asilo de la Isla de Manus a la capital de Papúa, ofreciéndoles un alojamiento decente y atención médica. “Esta solución, que también representa un paso adelante, no resuelve sin embargo la desesperación de los refugiados retenidos”, aseguró el obispo después de visitar los hogares para migrantes. “Insto a la Iglesia Católica local a continuar sus esfuerzos de asistencia humanitaria y garantizo el pleno apoyo de la Conferencia Episcopal Australiana”, concluyó monseñor Long.
Desde 2013 el gobierno australiano ha adoptado la política “No Way” basada en el cierre total a la entrada de migrantes. Las costas están protegidas con un despliegue masivo de buques de forma que quien intenta llegar por mar no obtienen el derecho a establecerse legalmente en el país. Algunos migrantes son devueltos a su país de origen, mientras que otros son reubicados en la isla de Manus, territorio de Papúa Nueva Guinea, o en la isla de Nauru, donde hay campos de refugiados y donde los solicitantes de asilo pueden llegar a vivir durante años.
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