OCEANIA/PAPUA NUEVA GUINEA - La misión de las Hermanas de Jesús Buen Pastor en la "tierra de lo inesperado"

Bereina – “Es difícil creer que en 2019 todavía haya personas que viven en la pobreza, que mastican nueces pequeñas para no sentir hambre , que mueren de tuberculosis, viven en chozas sin agua ni electricidad, van a la escuela sin libros y sin zapatos”: se trata del testimonio que la hermana Anna Pigozzo, misionera de la “Fraternidad Cavanis Jesús Buen partor” en Bereina, ha dado a la Agencia Fides.
“Somos una pequeña comunidad de mujeres consagradas en misión - explica la hermana Anna -, seguimos a Jesús estando cerca de los niños y jóvenes, en el sur de Filipinas y en Papúa Nueva Guinea. Desde 2013, invitadas por el obispo local, estamos presentes en la diócesis de Bereina, a donde llegamos, en un primer momento para una breve experiencia misionera. Pero en seguida nos dimos cuenta de cuánta pobreza y miseria puede haber en este joven estado de Oceanía. El analfabetismo es muy alto, son muchos los niños que no llegan a entrar en primero de primaria. La mortalidad infantil se encuentra entre las más altas de Oceanía. Solo hay hospitales en la capital, y en las clínicas de las aldeas en áreas remotas, como la nuestra, a veces solo hay una enfermera. Las vías de comunicación son escasas y a veces intransitables"
“La Iglesia llegó a Papúa Nueva Guinea - recuerda la religiosa-, hace 130 años, con los primeros misioneros franceses y australianos, los maristas y del Sagrado Corazón, que dieron sus vidas para anunciar a Jesucristo. Es una Iglesia muy joven, que todavía necesita mucho apoyo y orientación. A menudo, entre los fieles se mezcla el animismo y los ritos tribales antiguos con la fe católica. Al final del año litúrgico, llegó el nuevo Obispo de nuestra diócesis de Bereina, Mons. Otto Separy y ahora está familiarizandose con la realidad de esta zona".
La hermana Anna continúa la descripción del entorno: "A excepción de los pocos centros urbanos, la estructura social todavía está organizada en pueblos de chozas, dirigida por un jefe de aldea. Las mujeres y los niños no cuentan para nada, tanto es así que aún está presente la tradición por la cual las esposas se compran con cerdos. Durante la temporada de lluvias, las aldeas se inundan y los huertos, única fuente de supervivencia para muchas familias, se destruyen porque faltan infraestructuras para la contención de los ríos. A principios de este año tuvimos graves problemas debido a las inundaciones".
"A pesar de todo, hay esperanza y podemos dar testimonio de ello", continúa la misionera. "En estos seis años hemos visto cómo el Señor ha allanado el camino para esta misión. Con la ayuda de voluntarios de Italia y Filipinas, que han trabajado con un grupo de chicos locales, hemos construido una escuela y en 2015 comenzamos el primer año escolar con 140 niños inscritos. Algunas hermanas enseñan, y tenemos un grupo de maestros locales con quienes trabajamos. Encontrar buenos maestros es muy difícil, porque el nivel de educación en el sistema escolar de Papúa es bastante bajo. Así que juntamos nuestros recursos, compartiendo las alegrías y los esfuerzos de educar y formar a los niños. Desde 2016 también hemos abierto un ‘Centro Fode’, para asistir a los adultos en el estudio, con el fin de recuperar los años escolares perdidos. Hay muchas inscripciones, y esta es una gran señal de esperanza, una esperanza que vemos pintada en los rostros de tantos jóvenes o menos jóvenes que tienen la oportunidad de regresar a la escuela. En 2017 construimos una panadería, la 'St. Philip Neri Bakery’. Todos los días se hornean casi 50 kg de pan: para nosotros, para nuestros niños y adolescentes, para nuestras madres que nos ayudan en nuestro trabajo misionero y para todos los que llaman a nuestra puerta todos los días. Al estar en contacto con los niños en la escuela, hemos podido ver muchas situaciones familiares tristes de abuso y maltrato. Aquí en Papua, los derechos de los niños y las mujeres a menudo son pisoteados. En 2018, con la ayuda de voluntarios de Italia y otros colaboradores, se construyó la casa de los Ángeles, el hogar familiar que acoge a las niñas que necesitan protección y cuidado. Ahora tenemos 10 niñas con nosotros, de edades comprendidas entre 5 y 13 años". Hasta hace poco más de 40 años, en 1975 cuando obtuvo su independencia, Papua Nueva Guineaera una colonia australiana. La religiosa dice: “todavía no hay registros civiles fiables, por lo que se estima una población de aproximadamente 8 millones de personas, en una tierra muy vasta y extremadamente rica en recursos naturales: depósitos de petróleo y gas, oro, suelo muy fértil". "Y, sin embargo, a pesar de estas riquezas naturales, la gente aquí todavía se encuentra en un estado de miseria, atraso cultural e indigencia. Papua a menudo es llamada la "tierra de lo inesperado", y es realmente así”, concluye la misionera.



Agenzia Fides
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