El sacerdote barnabita y jefe de la Missio sui iuris en Afganistán, el padre Giovanni Scalese comenta a Fides la noticia del intercambio de prisioneros que tuvo lugar ayer 19 de noviembre en Afganistán. Tres talibanes fueron liberados de una prisión en la base de Bagram. Fueron enviados a Doha, en Qatar, a cambio de la liberación de dos profesores secuestrados en agosto de 206 de la red Haqqani en Kabul: el estadounidense Kevin King, de 63 años, y el australiano Timothy Weeks, de 50. También fueron liberados más diez soldados afganos.
“¿Cómo se libera a tres hombres acusados de crímenes tan graves?”, pregunta el padre Scalese, como muchos otros afganos, al presidente Ashraf Ghani quien el 12 de noviembre anunció por televisión el intercambio de prisioneros. Los tres liberados cuentan con un amplio historial criminal. Anas Haqqani es hijo del fundador de la red yihadista Jalaluddin y hermano del actual líder Sirajuddin, quien también es el número dos de la “Rahbari shura”, el gran consejo de los talibanes. Para los Haqqani, un frente afiliado a los talibanes pero con amplios márgenes de autonomía, era una especie de “embajador”. El segundo es Haji Malik Khan, hermano del fundador Jaraluddin, capturado en 2011. Y finalmente Qari Abdul Rasheed Omari, comandante militar en el sureste de Afganistán. Pasó 12 años en Guantánamo ya que era quien orquestaba los ataques suicidas. A los tres se les atribuyen masacres y atentados sangrientos. Por eso, para muchos afganos es difícil aceptar su liberación a menos que produzca resultados concretos.
Fue la administración Trump y el consenso regional quienes instaron al gobierno de Ghani a autorizar la liberación que el mandatario ha definido como “una amarga elección” orientada únicamente a dialogar con los talibanes con el fin de acabar con la violencia. “La política debe tener el coraje de tomar decisiones, aunque causen cierta perplejidad pero que son inevitables para una solución real y pacífica al conflicto”, señala el padre Scalese. La liberación de los talibanes podría favorecer la reanudación de las negociaciones con el enviado de Trump, Zalmay Khalilzad. En Doha, durante meses, Jalilzad discutió un acuerdo con una delegación talibán que incluía: la retirada de las tropas extranjeras a cambio de garantizar la ruptura de cualquier relación talibán con Al Qaeda y con los grupos yihadistas mundiales; conversaciones con el gobierno de Kabul; y un alto el fuego. El texto estaba listo para la firma, pero el 7 de septiembre, Donald Trump anunció el fin de las conversaciones. El intercambio de prisioneros es un gesto de confianza mutua para acortar las distancias. Forma parte de la hoja de ruta. “La solución política es inevitable y se debe llegar a un compromiso”, concluye el padre Scalese.
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