Argel - Dejó este mundo la mañana del martes 1 de diciembre, día de la memoria del beato Carlos de Foucauld. Henri Antoine Marie Teissier, arzobispo emérito de Argel, murió a los 91 años a causa de un derrame cerebral tras años de una vida dedicada con inteligencia a servir y a amar con pasión evangélica al pueblo argelino y a la misión de las comunidades cristianas esparcidas por Argelia.
Henri Tessier, nacido en Lyon en 1929, se trasladó a Argelia cuando aún era un joven seminarista, siendo ordenado sacerdote en 1955 por el entonces arzobispo de Argel, el cardenal Léon-Etienne Duval. En 1966 obtuvo la ciudadanía argelina y en 1972 el Papa Pablo VI lo nombró obispo de Orán. En 1980 se convirtió en coadjutor del arzobispo Duval, para sucederlo en 1988 hasta 2008 al frente de la archidiócesis de Argel.
Durante los veinte años de su ministerio a la cabeza de la archidiócesis de Argel, el país atraviesa el período oscuro del terrorismo y las masacres islamistas. Entre las innumerables víctimas de ese largo baño de sangre se encuentran los 19 religiosos y religiosas de la Iglesia católica local, entre ellos el obispo Pierre Lucien Claverie y los siete monjes de Tibhirine, asesinados entre 1994 y 1996. Después serán proclamados beatos el 8 de diciembre de 2018 durante una ceremonia celebrada en Orán. “Tengo un recuerdo de cada uno. Eran mis hermanos y hermanas. Me había encontrado con cada uno de ellos unos días antes de que los mataran”, explicaba el arzobispo Teissier en una entrevista con Mondo e Missione. Él mismo, a partir de esos años, se vio obligado a moverse con escolta. “Nuestros hermanos y hermanas asesinados, -añadía el arzobispo hablando de los nuevos mártires de Argelia-, celebraban o asistían a misa todos los días, conscientes de que quizás sería la última vez. . Han sido víctimas de violencia en los lugares donde vivieron y eran conocidos. Los asesinos querían dejar claro que esas relaciones y ese intercambio tenían que terminar. Pero no fue así. La gran mayoría de sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos han decidido quedarse”.
En los largos años pasados al servicio del pueblo argelino y a la Iglesia local, el arzobispo Teissier dedicó con pasión su tiempo y energía a redescubrir y difundir la relevancia de las grandes figuras africanas de los primeros siglos cristianos, comenzando por San Agustín. “Los europeos”, explicaba Teissier, “deben saber que una parte considerable de sus raíces cristianas latinas se encuentran en el sur del Mediterráneo. Y los habitantes del Magreb también deben conocer el papel que jugaron sus antepasados en una tradición cultural y religiosa que ahora parece completamente ajena a su tierra. Una conciencia que también puede tener su importancia para las iglesias jóvenes de África que ven sus fuentes espirituales como exclusivamente europeas, olvidando no solo los orígenes orientales de la Biblia y el desarrollo de la patrística oriental, sino también el papel de la África romana”. En un escrito suyo de 2003, el arzobispo de Argel recordaba, entre otras cosas, que “alrededor del año 200, en el primer Concilio de Cartago, ya había setenta obispos de la África romana bajo la presidencia de Agrippino. Al mismo tiempo, en el norte de Italia no se sabe si existían otros obispados distintos de los de Roma, Milán y Rávena. Además, la influencia africana en Roma se había hecho sentir ya en el 189, cuando Víctor, un africano de Leptis Magna, fue elegido Papa en Roma . Esto demuestra el lugar que debió tener la Iglesia de África en Roma desde finales del siglo II. Y en el tercero y cuarto seguirá aumentando”.
En 2001, el arzobispo Teissier fue el protagonista de un gran encuentro sobre San Agustín organizado en Argel para redescubrir la naturaleza africana y la universalidad del Santo Obispo de Hipona. “Durante la crisis fundamentalista en la que se hundió el país de 1990 a 2000” recordaba Teissier, “la primera batalla por la libertad ligada a Agustín fue llegar a hablar libremente de él en la sociedad argelina”. Los sectores fundamentalistas tildaban al Santo de Hipona de “infiel” sometido al imperialismo “occidental” de la Antigua Roma. Según el arzobispo Teissier, “una de las injusticias más graves cometidas contra Agustín fue retratarlo como un partidario de la coacción en nombre de la verdad”. En sus intervenciones dedicadas a Agustín, monseñor Teissier recordaba cómo el Santo de Las Confesiones y de la Ciudad de Dios, “después de su conversión en Cassiciacum y bautismo en Milán, quiso volver a su tierra natal para no abandonarla más e inscribir todo su trabajo dentro de la Iglesia de África. Agustín también ejerce esta libertad para situarse dentro de su propia cultura dentro de la Iglesia”.
En una entrevista de 2001 publicada en la revista mensual 30Giorni, el arzobispo Teissier destacaba lo útil que era para la misión actual de la Iglesia redescubrir la figura de Agustín de Hipona y su teología de la gracia, llena de valiosas sugerencias sobre cómo comunicar la novedad cristiana a los hombres y mujeres de hoy: “Nuestros amigos musulmanes quieren que la religión tenga toda su importancia en la vida de la sociedad. No aceptan la distinción entre lo temporal y lo espiritual que se hace entre los cristianos. Dicen que toda la civitas debe estar sujeta a la ley de Dios. Cuando Agustín camina en la ciudad de Dios, camina simultáneamente en la ciudad de los hombres e indica la indispensabilidad de la ciudad de Dios en la existencia del hombre, pero no hay teocracia. Lo importante no es tener un líder cristiano religioso que imponga sus convicciones a la sociedad a través de la obediencia religiosa, sino que cada uno de los creyentes se abra a la gracia de Dios, al don de Dios”.
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