Mlakal – “La Iglesia, más allá de las condiciones en que actúa y de los peligros que corre, sigue siendo profética. Golpeada duramente a lo largo de los años aquí en Sudán del Sur, no busca la venganza sino la justicia, para el pueblo en primer lugar, que es un requisito previo para una paz estable”. Así lo declara a la Agencia Fides, la hermana Elena Balatti, misionera comboniana en Malakal, en el estado del Alto Nilo, en estos momentos extremadamente delicados para el país y después del episodio de violencia, contra representantes de fe cristiana, que se ha cobrado la vida de la hermana Mary Daniel Abbud y de la hermana Regina Roba, dos religiosas del Sagrado Corazón de Jesús - así como de otros dos hombres que viajaban en el mismo autobús y de un taxista -, el pasado mes de agosto.
. La religiosa sigue explicando a la Agencia Fides: “Ha sido un duro golpe, conocía bien a la hermana María, la anterior superiora de la orden fundada por los Institutos Combonianos, asesinada a quemarropa, mientras regresaba de Nimule, en la frontera con Uganda, en Juba. Todos venían de una celebración muy significativa en Loa, que había despertado mucha alegría y esperanza, ya que marcaba la reapertura de la parroquia después de los años de guerra. Estaban presentes el presidente Salva Kiir, católico, que invitó a la gente a volver, el obispo y muchos otros. El ambiente era bueno y se respiraba un aire de relajación y un principio de vuelta a la normalidad después de tantos años. Desgraciadamente, el brutal asesinato tenía una matriz vinculada a los terrenos de la parroquia que habían sido ocupados durante los años de la dura guerra. Al atentar contra el minibús e intentar matar a las religiosas y fieles que regresaban de esa celebración, se pretendía dar una señal de tipo mafioso contra el llamamiento del presidente y del obispo a retomar la zona: una verdadera intimidación a quienes pensaban recuperar los terrenos expropiados. Este es un concepto absurdo, también porque, aquí, hay suficiente tierra para todos. Los atacantes querían incendiar el vehículo y por pura casualidad no lo consiguieron, de lo contrario el número de víctimas habría sido mucho mayor”.
Exactamente tres años después de la firma del «Acuerdo Revitalizado» que ponía fin al conflicto e iniciaba una nueva fase de unidad nacional, la situación en Sudán del Sur sigue siendo muy delicada y hay quienes temen volver a la época oscura tras años de avances iniciales hacia la paz.
“Sigue faltando la aplicación de algunas partes fundamentales del acuerdo, que preveía como objetivo final la celebración de elecciones y un gobierno democrático en una sociedad reconciliada. Uno de los mayores obstáculos es el fracaso en la unificación de las fuerzas militares sobre el terreno, que debería haber conducido a un ejército unificado. Las distintas milicias se mantienen fieles a sus banderas y esto crea mucha confusión y tensión. Las noticias dicen a menudo que se está preparando la fase final de esta unificación, pero no hay señales de resultados concretos”.
Además, el pasado mes de julio, según el misionero comboniano, ocurrió algo grave en relación con el proceso de paz: “Tras meses de fuertes tensiones, se produjo una escisión en el seno del partido del vicepresidente Riek Machar . Esta enésima división en el partido que fue el principal firmante, además del gobierno, del acuerdo de Revitalización, no ayuda ciertamente al proceso hacia la estabilidad y desencadena nuevos problemas: no lejos de Malakal, donde vivo, se han producido enfrentamientos entre las dos facciones, con algunas víctimas. Se están llevando a cabo negociaciones para reducir esta brecha, pero las cosas avanzan lentamente. También hay que decir que las negociaciones en Roma para implicar en el proceso de paz a las partes que aún no han firmado el acuerdo, están paralizadas desde hace tiempo”.
Años de conflictos, inestabilidad política y éxodos masivos han llevado al país, rico en materias primas y recursos, al borde de la ruina económica. La urgencia de la paz viene dictada también por la necesidad de cambiar de rumbo: “La crisis económica -señala la hermana Balatti- persiste y mantiene a la mayoría de la población de un país muy rico en una situación de injusta pobreza y miseria; la gestión de los recursos es deficiente y las grandes riquezas que proporciona la naturaleza, los minerales, el petróleo, la agricultura, el Nilo, permanecen lejos de la gente. Podemos decir que el Covid no nos ha afectado especialmente aquí, pero la economía estaba mal antes y cada vez va peor”.
La misionera concluye con una nota de esperanza: “La formación y el derecho a la educación, también gracias a la Iglesia, se está extendiendo y empieza a ser considerada como algo bueno y la gente no quiere privarse de ella. La población, gracias a una profunda capacidad de adaptación a situaciones poco alentadoras, se las arregla para encontrar formas de seguir adelante y celebrar la vida incluso en los momentos más duros. También hay muchas esperanzas puestas en la nueva generación de políticos, para que la política se convierta en el ámbito de los civiles y no ya de los militares”.
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