Asunción – Los obispos del Paraguay han anunciado con una Carta Pastoral publicada el 23 de diciembre, el Año de la Eucaristía: “El pasaje evangélico de Emaús acompaña el camino de nuestra Iglesia en un nuevo trienio que iniciamos con el Año de la Palabra y damos continuidad con el Año de la Eucaristía”.
El lema de este año, “Lo reconocieron al partir el pan”, será meditado siguiendo la misma experiencia del lema anterior, “Nos ardía el corazón cuando nos explicaba las Escrituras”. “El camino de Emaús – se lee en la carta de los obispos - es un ícono de la celebración eucarística, en la que el Resucitado se hace compañero de nuestro andar, nos explica las Escrituras y renueva la Fracción del Pan… Queremos vivir este año con fe y adentrarnos en el conocimiento, en la celebración, en la adoración y en la vivencia de la presencia viva y real del Señor, que nos regala el sacramento de la Eucaristía”.
Además, los obispos añaden: “Podemos incluso pensar, que no estarían dadas las mejores condiciones para celebrar un año con un tema tan central, pero no es así. La celebración eucarística acompaña todos los momentos de nuestra vida, los buenos y los malos, y nos da la gracia para ahondar en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.
La carta pastoral propone después algunos temas de reflexión: el misterio de Jesucristo, el misterio del “Cuerpo de Cristo”, el misterio de la comunidad, el misterio de los ministros, el misterio del amor, el misterio de la Creación. A continuación, en la segunda parte, indicando algunas “pistas pastorales”, los obispos escriben: “Celebrar, adorar y contemplar el gran misterio de la Eucaristía es el compromiso que no debe ser olvidado, haciendo que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana, que cada comunidad celebre decorosamente, buscando la belleza de la celebración en su sentido, en sus formas simples, en su rica tradición
La participación armoniosa de todos hace brillar el misterio y destaca el sentido sacro de todos los momentos de la Eucaristía”. Los obispos esperan, que a pesar de las medidas sanitarias, se recuerde y se viva el Día del Señor, y “que nuestras asambleas, aunque sean afectadas en su número, destaquen y den brillo a la celebración”.
También se señalan algunos ejes de nuestra animación pastoral durante el Año de la Eucaristía que corresponden “al hambre y la sed que sentimos en medio de nuestro pueblo”. Y continúan: “Hay hambre y sed de una vida digna. Muchas familias tienen que dedicar gran parte de su tiempo y energías para conseguir una alimentación deficiente e insuficiente. Nuestra Iglesia debe profundizar su compromiso en la erradicación de la pobreza”. También hay hambre y sed de integración: “Nuestra sociedad dividida aspira a una reunión y una gran reconciliación, fundada en la misericordia y la verdad. Celebrar el Año de la Eucaristía debe abarcar a todos los grupos sociales e integrar todas las dimensiones de la vida cristiana”. Hay hambre y sed de inculturación: “Debemos hacer un esfuerzo para que la celebración eucarística, sin perder su sentido y tradición, hable a nuestro pueblo hoy, en su lenguaje, en su realidad, en su cultura. Aquí destacamos y valoramos el trabajo intenso para la elaboración del misal y leccionarios en guaraní. Debemos seguir trabajando en este sentido”.
Los otros objetivos pastorales que los obispos presentan para este Año se refieren al “hambre y sed” de formación permanente, ya que “muchos dejan de formarse después de la primera comunión celebrada cuando eran niños o adolescentes”; de participación, porque “todos nos debemos sacudir y ser una Iglesia viva y activa, donde todos los dones son importantes, todos los miembros, incluso los más humildes, son preciosos”; de reunión: aunque “no sabemos qué nos reserva el futuro, particularmente en este tiempo de pandemia”. Los obispos proponen la celebración de un congreso eucarístico nacional en Caacupé el 24 de octubre 2021, precedido de congresos diocesanos. Mencionan además el “hambre y sed” de presencia: en muchas devociones eucarísticas como la adoración y las procesiones “nos dejamos tocar por la presencia de Cristo en medio de nosotros delante de quién nos quedamos en actitud de silenciosa confianza y también nos sentimos enviados a acompañar así a nuestros hermanos y hermanas”. Por último “Hay hambre y sed de una vida cristiana más significativa, y esto no tiene otro nombre que santidad. Pedimos al Señor, que avive la santidad de su Iglesia. Los santos han encontrado en la Eucaristía el alimento para el camino de perfección. Queremos ser también santos de hoy”.
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