Ciudad del Vaticano – “Los niños y jóvenes son los protagonistas del mes misionero y de la animación misionera en todo el mundo. Son los pequeños discípulos misioneros que evangelizan, con la oración y el testimonio de Jesús, en las escuelas, en sus propios hogares, en los lugares que frecuentan con sus coetáneos”: lo explica a la Agencia Fides la hermana Roberta Tremarelli, Secretaria general de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera, una de las cuatro Obras Pontificias Misionales que, radicada en más de 130 países, trabaja con el lema “Los niños evangelizan a los niños, los niños rezan por los niños, los niños ayudan a los niños de todo el mundo”. La obra, conocida también como “Obra Pontificia de la Santa Infancia”, se propone acompañar a los niños, chicos, adolescentes, a desarrollar un espíritu misionero, ayudándoles a compartir la fe y los medios materiales, especialmente con los pequeños más necesitados.
En el mes de octubre, tradicionalmente dedicado por la Iglesia a las misiones, “esta animación se revela como un instrumento de crecimiento en la fe, también desde una perspectiva vocacional”, señala la religiosa. “Todos los bautizados están llamados a donar el Evangelio, independientemente de su edad”, prosigue la hna. Tremarelli, informando que en muchos países del mundo “los niños han hecho suyo el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones, diciendo: aquí estamos, mándanos, como chicos misioneros”.
La hna. Roberta cita países como Perú “donde la animación misionera de la comunidad local se ha visto fortalecida por la oración y el testimonio de fe de los niños y jóvenes”. Su presencia en la Iglesia, señala la Secretaria de la IAM “es importante porque los niños son educados para abrir sus horizontes al prójimo, a los de tierras lejanas. Y, cuando sean jóvenes o adultos, esta semilla, por obra del Espíritu Santo, brotará y les dará un corazón y una mirada hacia los demás, abiertos a los desafíos de la misión”.
En concreto, este tiempo, marcado por la pandemia, ha interpelado a la Obra de la Infancia Misionera en muchos países del mundo, y la animación ha recurrido muchas veces a las nuevas tecnologías, dado que muchos de estos niños son “nativos digitales”. “En India - informa la hermana Tremarelli - la sección local de la IAM se ha dedicado a crear conciencia desde septiembre, publicando un video todos los días en los canales web y las redes sociales para informar a los niños sobre la realidad social de la infancia en un continente determinado. En octubre, la animación ha seguido animando la oración y la colecta de material de ayuda para los pueblos y especialmente para los niños más pobres y necesitados de ese continente”.
La hna. Roberta también recuerda la labor de formación realizada por la IAM en plataformas digitales como 'Zoom', que han ayudado a que los niños se sintiesen cercanos, aunque las condiciones locales no lo permitieran, dadas las restricciones impuestas por la pandemia: “Así ha sucedido, por ejemplo, en países como Honduras, pero también en Zambia y Malawi en África”, señala
Un último aspecto, no secundario, se refiere a la evangelización de las familias: “Promover la oración, la formación, la conciencia misionera con los niños es una oportunidad para llegar a sus familias: en todo el mundo, los jóvenes involucran a sus padres en las iniciativas misioneras y este es un aspecto muy importante, que ayuda a renovar y reavivar la fe de los adultos, en toda la comunidad católica”.
“La IAM -remarca- tiene como objetivo una implicación personal y comunitaria para hacer que los niños se sientan parte de una familia donde todos son importantes y todos se ayudan. Este es el desafío pedagógico actual: abrir el corazón a la universalidad, para contribuir a la salvación de sus coetáneos”.
La Secretaria General ha seguido explicando: “Las formas concretas en las que se expresa esta implicación son tres: oración, ofrenda y sacrificio. Los niños de la Infancia Misionera rezan todos los días por los demás niños y por la difusión del mensaje evangélico. La colecta, por tanto, es fruto de los sacrificios de los niños: cada uno pone de su parte para dar un mejor futuro a los niños del mundo. Gracias a estas ayudas, muchos niños pueden conocer a Jesús y su Palabra, comer, estudiar, tener un techo para dormir. Por último, está el testimonio misionero: con su comportamiento y su mensaje los niños misioneros son testigos y ejemplo de vida para sus compañeros y para toda la comunidad”.
La Obra Pontificia de la Infancia Misionera nació cuando, a mediados del siglo XIX, el obispo francés, Mons. Charles de Forbin-Janson quedó impresionado por la noticia recibida a través de los misioneros franceses en China sobre los muchos niños que murieron sin haber recibido el bautismo. Lamentando no poder irse personalmente como misionero, pidió consejo a Pauline Jaricot, fundadora de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe. El intercambio de ideas entre ambos fue esclarecedor y el obispo tuvo la idea de involucrar a los niños de Francia para que, a través de la oración y la colaboración material, pudieran ayudar a sus compañeros chinos. “Un Ave María al día, un centavo al mes” para curar a un niño y salvar su alma, este fue el compromiso propuesto por el obispo de Nancy a los niños franceses. Fue el 19 de mayo de 1843 cuando, con esta iniciativa, se sembró la semilla de donde brotaría la Obra. Años más tarde se acuñará el lema “los niños ayudan a los niños”, que resume la intuición del fundador y el carisma de la obra.
En poco tiempo, muchos otros países se unieron al proyecto. El 3 de mayo de 1922, el Papa Pío XI reconoció la Obra como Pontificia, mientras que el 4 de diciembre de 1950, el Papa Pío XII instituyó la "Jornada Mundial de la Santa Infancia", declarando la Epifanía como fecha de celebración, pero dando libertad a todas las naciones para adaptar la fecha a las necesidades locales.
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