Johannesburgo - Sudáfrica ha entrado en la “fase 3” de la pandemia de coronavirus, pero el contagio, en vez de detenerse, se está difundiendo. Los casos son 395.000 y las muertes registradas son 6.000. En la actualidad, se concentran en algunas zonas. El mayor número de contagios en la provincia del Cabo Occidental y en la región de Johannesburgo. Los viajeros que se desplazan para trabajar en el Este del país han llevado el virus a las zonas menos afectadas: “Hay gente que trabaja entre Ciudad del Cabo y Gauteng - explica el Departamento de Sanidad del Cabo Orienal - se desplaza entre estas zonas del país extendiendo la infección”. El temor es que la epidemia afecte también a otras regiones hoy menos afectadas.
Para hacer frente a la emergencia, las autoridades han impuesto estrictas normas de seguridad: mantener las distancias, llevar mascarillas, desinfectarse las manos, etc. Pero las tiendas, los talleres, las oficinas y las escuelas están abiertas. Los restaurantes pueden trabajar, pero manteniendo a distancia a los clientes o vendiendo comida para llevar. Los bares están abiertos a horas reducidas. La electricidad y la conexión a Internet siempre han estado garantizados a toda la nación.
“El drama - observa Pablo Velasquez, misionero scalabriniano en Johannesburgo - es que en los últimos días la gente ha bajado la guardia. Mucha gente anda por ahí por negocios o por diversión porque sienten que el virus no es peligroso. Esto puede agravar la situación y hacer que nos hundamos en un bloqueo aún más rígido de lo que hemos vivido en los últimos meses”.
Se presta especial atención a las grandes chabolas. Existe el temor de que los cierres excesivos lleven a revueltas de gente que busca alimentarse. “En las ciudades no se ven policías o soldados - continúa el padre Pablo - pero alrededor de los barrios pobres los controles son puntuales. Llevo a cabo una parte de mi servicio pastoral precisamente en un barrio marginal. Así que he podido entrar. He visto a mucha gente sin protección. El riesgo de que se propague el virus también es alto debido a las malas condiciones higiénicas en estas bidonville”.
Las funciones religiosas todavía están repartidas entre mil precauciones. “Hemos decidido reanudar la celebración de las misas - observa el padre Pablo - pero con sólo 50 fieles que deben reservar previamente su participación y deben respetar las estrictas normas impuestas por la autoridad. Hemos dicho a nuestros fieles que si se registrase uno o más casos entre quienes asisten a la misa, cerraremos la iglesia”.
Además de la asistencia espiritual, los Scalabrinianos también ofrecen ayuda económica. Durante semanas, todos los días, la comunidad de Johannesburgo ha estado alimentando a la pobre gente de las township que no podía ir a trabajar. Asistieron a miles de personas que, por la mañana temprano, se ponían disciplinadamente en fila para recibir ayuda. “Estamos al límite - subraya el padre Pablo - hemos tenido que reducir los días de distribución de alimentos y seleccionar a las personas más necesitadas. No teníamos fondos para alimentar a todos”.
El Covid-19 no es sólo una emergencia sanitaria, sino también una grave emergencia económica. Además de la comida, la gente también busca ayuda económica. “El desempleo - concluye el misionero - se extiende. La gente no tiene dinero para seguir adelante. Cada vez más personas vienen a pedirnos ayuda económica para pagar el alquiler. Para obtener cualquier ocupación, la gente está dispuesta a pagar sobornos a los mediadores. La corrupción aumenta. Estas son también consecuencias de la pandemia”.
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