Foya - “En Liberia estamos en medio de la temporada de lluvias y nuestra gente se dedica al trabajo rural. Durante este período, la malaria golpea violentamente cada año y afecta a todos, hombres, mujeres y especialmente a los niños. Este año, además, como en todo el mundo, tenemos que lidiar con el coronavirus”, escribe el p. Walter Maccalli, sacerdote de la Sociedad de Misiones Africanas, de la parroquia de San Juan Vianney, en Foya. “En los últimos días, se han registrado unos diez casos de personas contagiadas aquí, incluido el pastor principal de la iglesia pentecostal . El hospital central de Boma, la capital regional, ha sido prácticamente cerrado y algunos médicos y enfermeras, que han tenido contactos con los positivos, han sido puestos en cuarentena”.
“Desde hace un par de semanas - continúa el misionero -, hemos sido autorizados para reanudar las celebraciones en nuestras iglesias. En realidad, este es el momento de máximo peligro por el covid-19 y todos tratamos de respetar las indicaciones para no crear más brotes. El próximo domingo tendremos la primera reunión con el consejo pastoral parroquial y luego comenzaremos nuevamente a visitar las comunidades cristianas de los pueblos y las estaciones secundarias”.
El p. Maccalli sigue hablando sobre las actividades que están despegando lentamente: “en la comunidad cristiana de la parroquia, en la ciudad de Foya, estamos llevando a cabo un trabajo pastoral con las comunidades de base. Gracias a una contribución y la generosidad de nuestra gente, la próxima semana podremos distribuir 150 bolsas de arroz a tantas familias necesitadas. Es el primer deber de toda comunidad cristiana darse cuenta de quienes están sufriendo más y reconocer en ellos el rostro de Cristo resucitado”.
“A pesar de los muchos años de misión – agrega -, todavía no puedo evitar sentirme conmovido por el sufrimiento humano y por lo que hemos descubierto en los últimos días. Se trata de un joven semi-paralítico atendido por su abuela que no consigue alimentarlo bien, solo puede darle una comida al día; una niña enferma encarcelada en una habitación de barro desde hace años; ancianos abandonados por sus hijos y obligados a mendigar; jóvenes enfermos mentales que deambulan por la ciudad sin que nadie los cuide. Creo que este debe ser el motor que nos impulse a orar y actuar por los más abandonados: la inquietud, la compasión de Jesús por su pueblo disperso”.
En su testimonio, el p. Walter también ha dado las gracias por el apoyo a través de la oración por la liberación de su hermano de comunidad, el padre Gigi, secuestrado de la misión de Bomoanga hace 22 meses .
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