Harare - Las Iglesias cristianas, presencia históricamente activa y reconocida en Zimbabwe, han decidido estructurar algunas propuestas para ayudar al país a salir del túnel de dificultad y sufrimiento en el que se encuentra. Y han lanzado una plataforma para promover un diálogo inclusivo y comprensivo de todos los actores, para firmar un pacto definitivo de reconciliación que pretende ser un primer y nuevo paso para una verdadera revitalización política y social de la nación.
Han pasado dos años y medio desde que, para sorpresa de los observadores mundiales, Robert Mugabe, en el poder en Zimbabwe durante casi 38 años, cedió el puesto a Emmerson Mnangagwa, con un margen extremadamente limitado, aunque a través de elecciones muy disputadas, en julio de 2018, suscitando entre los aproximadamente 17 millones de habitantes grandes esperanzas. Muchas de estas han sido decepcionadas. Y el pasado 18 de abril, 40 aniversario de la independencia, debido en parte a la propagación inicial, pero preocupante del Covid-19 , ha pasado a la historia como uno de los más cupos de su historia: el riesgo de default, entre inflación récord , desempleo desenfrenado y 7.5 millones de ciudadanos hambrientos. En este contexto, las Iglesias nunca han dejado de ser un punto de referencia sólido, señala el p. Frederick Chiromba, Secretario General de la Conferencia Episcopal Católica. “En noviembre de 2017, con la intervención del ejército, Zimbabwe experimentó un cambio de poder después de más de 37 años de gobierno de Robert Mugabe. El cambio despertó muchas esperanzas y creó muchas expectativas positivas. La población en crisis esperaba que el nuevo gobierno pusiera en marcha un proceso de transición capaz de conducir rápidamente a reformas socioeconómicas y políticas absolutamente esenciales, la única forma de superar las divisiones por el bien del país. Pero nada de esto sucedió. El partido gobernante ha elegido un camino y una comunicación diferente del anterior, pero está muy retrasado en implementar las transformaciones necesarias y las preocupaciones y sufrimientos de la población, la misma que había apoyado el rápido cambio, inevitablemente están creciendo. Sin embargo, no todas las esperanzas se han perdido. Estamos seguros de que el pueblo de Zimbabwe presionará al gobierno para que rinda cuentas de su trabajo y active las reformas establecidas por la constitución que fue aprobada en 2013 pero nunca implementada. La democracia y el desarrollo seguramente llegarán a Zimbabwe
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