Yakarta - Para el mes sagrado del "Ramadán", que comenzó la noche del 23 de abril y culminará el 23 de mayo en la fiesta de Id-ul-Fitr, el presidente indonesio, Joko Widodo, llamado "Jokowi", emitió oficialmente la prohibición de "mudik", un término indonesio que indica la transferencia de miles de familias e individuos a sus aldeas de origen. El mes sagrado del ayuno islámico, que involucra a la mayoría de los ciudadanos de Indonesia, no verá realizarse los viajes y peregrinaciones habituales, sino que tendrá una dimensión más bien doméstica y sedentaria.
La decisión del presidente apunta a prevenir que, en una nación que alberga a 230 millones de musulmanes , al menos treinta millones de indonesios viajen por todo el país, haciendo posible que el Covid-19 se extienda. El país ya ha registrado más de 7.400 casos y más de 630 víctimas. El gobierno había emitido previamente una "prohibición de viajar" relacionada solo con empleados de organismos públicos y empresas estatales, mientras que a los musulmanes indonesios se les había aconsejado viajar, dado el riesgo de tener que cumplir la cuarentena más tarde. La prohibición absoluta ha entrado en vigor hoy viernes 24 de abril y las sanciones se aplicarán a partir del 7 de mayo.
El decreto afecta sobre todo a la "Gran Yakarta", el epicentro de la epidemia de coronavirus, considerada una de las áreas metropolitanas más grandes del planeta con más de 30 millones de habitantes: los agentes de policía han cerrado las carreteras que entran y salen de la capital del país, autorizando solo el transporte de alimentos, equipo médico y combustible
La medida de Jokowi se basa en un precedente: a finales de febrero, el movimiento ultra ortodoxo islámico asiático "Tablighi Jama'at" había favorecido la propagación de Covid-19 en Malasia en una reunión religiosa de 4 días en Kuala Lumpur, en la que se reunieron más de 15 mil participantes. Luego, la asociación repitió la misma conferencia en Sulawesi, Indonesia, contribuyendo a la propagación del virus en el archipiélago indonesio.
En el país, las iglesias cristianas también han cambiado sus modalidades de culto, con motivo de la Pascua y todas las demás celebraciones litúrgicas, debido a la pandemia de Covid-19. De hecho, dado el creciente contagio, el gobierno ha pedido a todas las comunidades religiosas, incluidos los 23 millones de cristianos del archipiélago, que cancelen las reuniones y las asambleas de oración, celebrando la liturgia en casa, conectando con los fieles a través de los medios de comunicación.
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