Ciudad del Vaticano - La Iglesia y el mundo misionero celebran hoy, 3 de diciembre, a San Francisco Javier , uno de los primeros discípulos de San Ignacio de Loyola que formó parte del núcleo fundacional de la Compañía de Jesús. Vivió 46 años y 8 meses. En sus últimos 10 años de vida llevó a cabo una increíble obra misionera poniendo el Evangelio en contacto con las grandes culturas orientales y adaptándolo al carácter de las distintas poblaciones. En sus viajes misioneros llegó a India y a Japón y murió mientras se preparaba para difundir el mensaje de Cristo en China.
Por su ardor misionero en 1748 fue declarado Patrono de Oriente, en 1904 de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe y en 1927 de todas las misiones, junto con Santa Teresa del Niño Jesús. Son numerosos los institutos misioneros, tanto masculinos como femeninos, que lo han elegido como modelo de vida y apostolado, así como seminarios, institutos y asociaciones que llevan su nombre.
A Francisco Javier también se le llama “el San Pablo de las Indias”, ya que su labor misionera fue decisiva para el desarrollo del cristianismo en el sur de Asia. En la primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo dijo: “No es para mí un orgullo predicar el Evangelio, es un deber para mí, ¡ay de mí si no predico el Evangelio!” . Francisco Javier hizo suyo el anhelo de Pablo, un mismo grito que resonó con vigor en boca del Papa Juan Pablo II, al comienzo de su Encíclica Redemptoris Missio. Después de dos mil años de cristianismo, sigue siendo ese el grito que hoy el Papa Francisco lanza con renovada relevancia y urgencia en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, llamando a todos los bautizados a tomar conciencia de ser “discípulos misioneros”.
En su corta pero intensa década de compromiso misionero, San Francisco Javier no se reservó, como relata en sus Cartas a San Ignacio: “Tan grande es la multitud de conversos que muchas veces me duelen tanto los brazos por bautizar y ya no tengo ni voz ni fuerzas para repetir el Credo y los mandamientos en su propio idioma”. A pesar de estos resultados, que podrían considerarse humanamente positivos y gratificantes, su preocupación fue que “muchos, en estos lugares, no se hacen cristianos solo porque no hay quien los haga cristianos”. Aquí también podemos leer al apóstol Pablo: “¿Pero cómo invocarán al Señor si no han creído?, ¿y cómo pueden creer en Él si no han oído hablar de Él?, ¿y cómo se enterarán si nadie lo anuncia? ,¿y quién lo anunciará si no se envía a nadie para ello?”.
En esos días de diciembre del año 1927, poniéndose bajo la protección de San Francisco Javier, se publicaron los primeros despachos de la recién nacida Agencia Fides, encargada por el Consejo Superior General de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, que se puso al servicio de la misión a través de la información para que el pueblo de Dios conociera la situación de las misiones y los temas religiosos y sociales de las propias misiones.
Más de treinta años después, el Concilio Vaticano II reconoció la contribución de los medios de comunicación social “para extender y consolidar el Reino de Dios” . “Para que todos y cada uno de los fieles conozcan adecuadamente la situación actual de la Iglesia en el mundo y les llegue la voz de las multitudes que claman, “ayudadnos”, se les debe ofrecer información de carácter misionero con la ayuda de los medios de comunicación: sabrán cómo es la actividad misionera, abrirán su corazón a las vastas y profundas necesidades de los hombres y podrán acudir en su ayuda. También es necesario coordinar estas noticias y colaborar con los organismos nacionales e internacionales” . Con motivo del 50 aniversario de la Agencia Fides, el 3 de diciembre de 1977, el entonces prefecto de Propaganda Fide, el cardenal Agnelo Rossi, señaló: “La Fides fue sin duda el órgano de prensa que hizo el mayor y más cualificado servicio misionero de información y animación para toda la Iglesia”.
Hoy en día, un impresionante volumen de información recorre sin descanso de una parte de los cinco continentes a la otra y desaparece rápidamente. Los riesgos son muchos, como la progresiva incapacidad para investigar temas y situaciones, aspecto especialmente relevante para el mundo misionero, o la realidad de muchos pueblos desconectados del circuito de información por motivos que parecen casi triviales como la falta de energía eléctrica. En el panorama de los desafíos planteados hoy al mundo de los medios de comunicación, y en concreto para quienes se dedican a la causa del anuncio del Evangelio y no a la venta de productos comerciales, la Agencia Fides pretende seguir contando la vida de las misiones y de quienes anuncian a Jesucristo, para que no falten misioneros y apoyo a las misiones, con la certeza de que “la alegría del Evangelio llena el corazón y toda la vida de quien se encuentra con Jesús. Quien se deja salvar por Él, se libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior y de la soledad. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. .
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