Roma - Comprometerse en apoyar la migración es una “gran luz” que permite perseguir nuevos desafíos y estrategias para el diálogo entre los pueblos.
La reunión realizada a través de un seminario web, que han realizado las Hermanas Misioneras de San Carlo Borromeo/Scalabrinianas para evaluar la situación de sus diferentes comunidades alrededor del mundo, ha servido de ocasión para hacer un balance sobre la migración y poner en práctica el compromiso del carisma Scalabriniano a escala internacional. Un compromiso que las ha llevado con los años ha trabajar en 27 países y en los lugares fronterizos más difíciles, donde todos los días se viven situaciones de emergencia.
“Es importante establecer redes y cultivar nuevas estrategias para la migración - explica la hermana Neusa de Fátima Mariano, superiora general de las Scalabrinianas en la nota enviada a la Agencia Fides -. De este modo somos más fuertes y vivimos los desafíos que se nos ponen por delante. El compromiso que tenemos es una 'gran luz' para nosotras”.
En el mundo, solo en 2019, unos 80 millones de refugiados se vieron obligados a migrar. “Tenemos ante nosotras grandes desafíos que van desde la creación de corredores humanitarios para proteger los derechos humanos, a la interrupción de las políticas de construcción de muros, o el compromiso de combatir la trata, creando redes de acogida humanitaria para mujeres y niños en situación de vulnerabilidad”, explica la hermana Neusa, quien agrega: “los migrantes hoy en día provocan un cambio y para nosotras son una oportunidad para confirmar el carisma Scalabriniano”.
Durante la reunión internacional, se ha hablado de tres experiencias similares, pero al mismo tiempo diferentes, llevadas a cabo por las Scalabrinianas en algunas áreas de crisis del mundo. La primera es la de la hermana Janete Aparecida Ferreira, que colabora en el servicio itinerante de Tijuana, en la frontera entre México y los Estados Unidos de América. “Queremos responder a los llamamientos de los migrantes e intentar defender sus proyectos y proteger sus vidas. Estamos en un lugar fronterizo con Estados Unidos, donde millones de personas pasan para tener un futuro mejor”. La hermana Rosa Maria Zanchin, por otro lado, con sus 43 años de vida consagrada a sus espaldas, está en Messina. “Estoy en una tierra de emigración e inmigración – subraya -, aquí hoy hay dos dificultades, una de las cuales es no saber el idioma del migrante que llega. La segunda, por otro lado, es la dificultad del migrante para hacer comprender su historia y su trauma. Los migrantes son creativos, no se rinden, enseñan a revivir la vida”. La hermana Eleia Scariot, en cambio, se encarga del proyecto Chaire Gynai en Roma, refugios para mujeres refugiadas con niños y en situaciones de vulnerabilidad. “Trabajamos con cada mujer, desde el momento en que ingresa a la casa, con un proyecto personal que parte del sueño que tienen, con proyectos acompañados y controlados”, explica. Y este es precisamente el camino de asistencia a los migrantes promovido por las Scalabrinianas: el cuidado de cada uno, sin tratar a las personas como números, sino siendo conscientes de que detrás de ellos hay una historia siempre diferente.
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