Manila - Un sacerdote es un “Buen Pastor”, preparado para dar la vida por su rebaño, un hombre humilde, pacífico y no violento. Por lo tanto, a pesar de los asesinatos de tres sacerdotes en los últimos seis meses, los pastores no deben ni tener ni llevar armas para defensa propia. Es lo que afirman los obispos filipinos ante las informaciones que circulan estos días de que algunos sacerdotes filipinos se han armado porque temen por su integridad.
El arzobispo de Davao, Romulo Valles, presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas , ha rechazado oficialmente la idea de un “clero armado” que tenga legalmente armas de fuego. “Somos hombres de Dios, hombres de la Iglesia, y es parte de nuestro ministerio afrontar el peligro e incluso la muerte, si Dios quiere”, aseguró. También el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, el obispo Pablo Virgilio David, de la diócesis de di Kalookan, rechazó la idea de que los sacerdotes puedan portar armas de fuego, aunque sea en defensa propia.
“Los sacerdotes que deseen llevar armas de fuego en defensa propia pueden considerar abandonar el sacerdocio y unirse al ejército o a la policía”, indicó el obispo David, quien confesó que estaba “decepcionado” por los miembros del clero que han propuesto esta solución.
Según la información recogida por la Agencia Fides, al menos cuatro sacerdotes de la diócesis de San Pablo, en la provincia sureña de Laguna, han comenzado a llevar armas.
El Director General de la Policía Nacional de Filipinas, Oscar Albayalde, explicó que los sacerdotes, como ciudadanos del país, pueden poseer armas como medida de autoprotección, -porque es un derecho constitucional-, con la condición de que soliciten una licencia formal a las autoridades competentes. Según el dirigente “podrían tener una sensación de mayor seguridad llevando armas de fuego legalmente autorizadas”.
El padre Jerome Secillano, Secretario Ejecutivo de la Oficina de Asuntos Públicos del episcopado filipino, reiteró la posición de la Iglesia de que los sacerdotes y los agentes pastorales no deben ir armados. Los sacerdotes filipinos asesinados en los últimos meses son: el padre Richmond Nilo, de 44 años, asesinado a tiros mientras se preparaba para una misa el 10 de junio en la ciudad de Zaragoza, en la provincia de Nueva Ecija; el padre Mark Ventura, de 37 años, asesinado a tiros después de celebrar misa en la ciudad de Gattaran, provincia de Cagayan, el 29 de abril; el padre Marcelito Paez, de 72 años, asesinado el 5 de diciembre de 2017 en Jaén, Nueva Ecija. El padre Rey Urmeneta, de 64 años, ex capellán de la policía, resultó herido y se está recuperando de un ataque perpetrado el pasado 6 de junio en la ciudad de Calamba, al sur de Manila.
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