Kabul – “El ataque contra el Consejo de los Ulemas es muy grave. Está claro que quienes lo han perpetrado están en contra del programa de paz propuesto por estas importantes figuras religiosas. Se trata de una fuerte oposición: si queremos hacer una comparación, es como si alguien asesinara obispos porque dicen que están trabajando por la paz”. Es lo que explica a Fides el padre de Barnabita, Giuseppe Moretti, misionero en la República Islámica de Afganistán desde 1990 hasta 2015, refiriéndose al ataque del 4 de junio pasado en Kabul durante una “loya jirga”, el Gran Consejo de eruditos de teología islámica. Los líderes religiosos, unos dos mil, poco antes del ataque lanzaron una fatwa contra el terrorismo calificándolo como “haram”, -es decir, ilegal y contrario a la religión musulmana-, y pidiendo, al mismo tiempo, al movimiento talibán sentarse a la mesa negociación por la paz. El atentado terrorista, según un portavoz de la policía de Kabul, habría causado 14 muertos y unos 20 heridos y fue reivindicado por el Estado Islámico, que calificó la reunión del Consejo como “una reunión de clérigos tiranos”.
“Los talibanes nunca se habrían atrevido a algo similar, a atacar a un Consejo de semejante importancia religiosa. A pesar de ser extremistas, son musulmanes y actúan de acuerdo con un determinado código ético, aunque discutible. El Estado Islámico promueve solo el extremismo y tiene por intención desestabilizar. Hay una falta de respeto por el ser humano, ya sea religioso o secular, ya sea hombre, mujer o niño. Esto revela un gran vacío existencial”, enfatiza el padre Moretti.
El Barnabita explica la importancia de la postura del Gran Consejo: “Es la primera vez que se lanza una fatwa contra el terrorismo y la guerra civil. Es un paso fundamental en la historia de Afganistán, porque abre más que un atisbo de paz. Creo que los talibanes reflexionarán sobre esta invitación, ya que proviene de personalidades religiosas preparadas y que en Afganistán se consideran con más autoridad que los líderes políticos”.
La población afgana es en su 99,7% musulmana. El Islam es la religión de estado, por lo que a ningún otro exponente religioso se le permiten desarrollar una actividad de proselitismo entre los ciudadanos afganos. En todo el estado asiático hay una iglesia ortodoxa, el único edificio religioso cristiano en todo el territorio afgano. La presencia católica, sin embargo, tiene su base en la Embajada de Italia en Kabul: fue admitida a principios del siglo XX como una simple asistencia espiritual dentro de la estructura diplomática y elevada a Missio sui iuris en 2002 por Juan Pablo II. En la capital afgana también están las hermanas de Madre Teresa de Calcuta y la asociación intercongregacional Pro Bambini de Kabul. Hasta 2016, las Pequeñas Hermanas de Charles de Foucauld, que llegaron a Afganistán en la década de 1950, también desarrollaron allí su actividad.
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