Roma – “Cuando estás en una misión en una tierra como la de Afganistán, no puedes evangelizar de forma convencional. La única forma de hacerlo es con la vida. Con los años nos hubiera gustado ser portadores del mensaje del Evangelio, pero solo podíamos hacerlo dando buen ejemplo, intentando vivir correctamente, como dicen las Sagradas Escrituras. Es el testimonio que da a la Agencia Fides la hermana Mariam de Jesús, una de las Hermanitas de Jesús con una historia de casi 50 años en Afganistán.
Las religiosas del instituto religioso femenino fundado en 1939 por Magdeleine de Jesús, siguiendo los pasos de Charles de Foucauld, llegaron a Kabul por primera vez en julio de 1954 y, al año siguiente, comenzaron a trabajar como enfermeras en el hospital del gobierno de la Capital. La hermana Mariam recuerda: “El pueblo afgano es famoso por su hospitalidad. Fuimos recibidas de una manera extraordinaria y, durante los momentos más difíciles de la guerra, tuvimos muchos amigos locales dispuestos a arriesgarse para ayudarnos”.
Las Hermanitas, de hecho, permanecieron en territorio afgano, tanto durante la ocupación rusa de 1979 como durante la guerra civil que comenzó en 1992, trasladándose a Kabul solo para el trabajo en los campos de refugiados de Jalalabad. La hermana Mariam explica que, incluso después de la llegada de los talibanes en 1996, optaron por seguir prestando sus servicios en los hospitales llevando el burka para pasar desapercibido: “Cuando la gente me pregunta si era difícil vivir con la guerra, contesto que dependía del día. A veces tenía mucho miedo, las balas pasaban a mi lado. Pero durante todos estos años me sentí fuerte porque Dios nunca me abandonó. Aprendí a vivir día a día, y cada minuto de mi vida en Afganistán fue verdaderamente vivido, gracias a la protección de Dios”.
La hermana Mariam regresó a Suiza en 2016, cuando el Instituto tomó la decisión de cerrar su misión en Afganistán debido a la falta de jóvenes vocaciones: “Fue muy difícil volver a la vida en Occidente, porque el estilo de vida es muy diferente . En Kabul, las personas comparten, ponen lo poco que está disponible para todos. La vida es un poco más simple y más natural: siempre comemos juntos, nos reunimos alrededor de los televisores, no nos preocupamos por tener un teléfono moderno. La gente vive su propia vida y, en mucho sentidos, es más feliz que nosotros, a pesar de la guerra”.
Afganistán, un país con un 99% de población musulmana, actualmente alberga una sola parroquia, ubicada en la Embajada de Italia en Kabul, a la que asisten un centenar de personas, casi exclusivamente miembros de la comunidad diplomática internacional. En la capital, trabaja la organización intercongregacional de las religiosas “Pro Bambini de Kabul” y las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta. Además, en el país, las obras sociales y educativas están gestionadas por el Servicio de Refugiados Jesuitas y otras organizaciones de inspiración cristiana.
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