Kuala Lumpur - El trabajo infantil en Malasia se ha convertido en motivo de alarma para el gobierno, la sociedad civil y las comunidades religiosas, incluida la Iglesia Católica.
Según una declaración enviada a la Agencia Fides por la ONG Tenaganita, -una organización malaya de derechos humanos comprometida en ayudar y proteger a migrantes, refugiados, mujeres y niños de la explotación y la discriminación-, la mayoría de los niños que trabajan en Malasia son inmigrantes ilegales extranjeros o niños nacidos de inmigrantes ilegales o refugiados. No tienen documentos de identidad válidos y, por lo tanto, no pueden asistir a las escuelas públicas. Se ven obligados a trabajar en empleos humildes para sobrevivir. Estos niños extranjeros, -señala la ONG-, son víctimas de los traficantes de personas.
Los niños trabajan en la industria del aceite de palma, en la agricultura, en la industria manufacturera y en la electrónica. Los empleadores locales se inclinan a contratar trabajadores extranjeros sin permisos válidos, incluidos los niños, porque estas personas pueden ser fácilmente explotadas o mal pagadas.
Una investigación realizada por la ONG Tenaganita en la provincia de Sabah, muestra que en los últimos años al menos 350.000 trabajadores ilegales o víctimas de la trata de seres humanos, procedentes de Indonesia y Filipinas han sido expulsados, mientras que sus hijos permanecen en Malasia convirtiéndose niños apátridas. A ellos se suman los refugiados Rohingya, que viven en el país desde hace 30 años: sus hijos no tienen identificación y no pueden asistir a la escuela. La ONG le pide al gobierno que reconozca su existencia y que les dé una identidad legal.
La Iglesia Católica, por su parte, ha abordado el tema del trabajo infantil a través de sus asociaciones sociales en varias diócesis de Malasia, especialmente para ofrecerles oportunidades de mantenerse a salvo y recibir educación.
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