Kara - Cada tres años la Iglesia convoca una gran reunión internacional para familias de todo el mundo. El de 2018 se celebrará en Dublín, Irlanda, del 21 al 26 de agosto. El objetivo fundamental será “celebrar el Evangelio de la familia”. Donald Zagore, teólogo de la Sociedad de Misiones Africanas, habla para Fides ofreciendo el punto de vista africano, a raíz del anuncio de la participación de Francisco en el Encuentro Mundial de Dublín: “Partimos de un hecho: el Sínodo sobre la Familia coronado con la exhortación apostólica Amoris Laetitia. Debemos reconocer el esfuerzo para dar a la familia el papel y la dignidad que merece. La familia es la base de la sociedad humana. Sin la familia, la sociedad no existe”. “En el contexto social europeo, -continúa-, donde cada vez se habla más de las cuestiones de género, con la abolición de la identidad y del sexo, con temas como la adopción por parte de familias homosexuales y con el intento de redefinir el concepto de familia, hay que alzar una voz profética para no autodestruir nuestra sociedad acabando con lo que constituye su esencia: la familia”.
“En este sentido, -señala el padre Zagore-, África tiene mucho que enseñar a los europeos. En primer lugar, para África, la santidad de la familia es incuestionable e inviolable. La familia no es una moda que se pueda hacer y deshacer por un simple cambio social. La familia es un regalo sagrado cuyos valores se transmiten con el mayor cuidado posible de generación en generación. Para África, la familia está constituida por la unión entre un hombre y una mujer abiertos a la procreación. El hijo es un regalo esencial de Dios para la familia. Él es el símbolo de la vida. Es el futuro de la familia. Un niño para familias africanas es como lo que es un seguro de vida para las familias europeas. Por eso la abundancia de niños sigue siendo una bendición para una familia, siempre que sea con responsabilidad”.
“Además, -explica el teólogo-, si se deben mejorar las condiciones de las mujeres, el papel y el valor de ambos sexos son cruciales. Ser hombre o ser mujer no es una vergüenza, sino un orgullo. La identidad es sagrada. Las mujeres y los hombres están investidos de derechos y deberes basados en su identidad como hombres o mujeres. Uno nace con una identidad y el propósito de la vida es alcanzar la madurez de la propia identidad. La educación integral del hombre y la mujer está orientada en esta dirección”.
El padre Zagore concluye: “En esta perfecta simbiosis de identidad radica el dinamismo fundamental de la familia. Destruir identidades significa destruir a la familia. Destruir a la familia significa destruir la sociedad”.
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