Beirut - La imposición de nuevos impuestos a los ciudadanos es comprensible y tolerable en fases de recuperación y crecimiento económico, pero se convertiría en un factor más de injusticia y sufrimiento para la población del Líbano, que lucha contra una crisis devastadora que está empujando a la mayoría de la población por debajo del umbral de la pobreza. Este es el juicio expresado por el patriarca maronita Béchara Boutros Raï sobre las medidas previstas por el gobierno, que actualmente discute el proyecto de documento de planificación económica para el año en curso, elaborado por Youssef Khalil, ministro de Finanzas políticamente vinculado al presidente del Parlamento, el chiíta Nabih Berri.
Esta mañana, lunes 24 de enero, el Consejo de Ministros del Líbano, presidido por el Primer Ministro Naguib Mikati, ha vuelto a reunirse en el palacio presidencial de Baabda por primera vez desde que se suspendieron las reuniones del gobierno hace tres meses, una nueva muestra de la parálisis que parece atenazar a las instituciones y a los bloques políticos ante la crisis sistémica del país de los cedros.
El cardenal libanés ha expresado su valoración crítica de la prevista subida de impuestos durante la homilía de la celebración eucarística que ha presidido el domingo 23 de enero. En su sermón, el Patriarca ha reiterado que, en la grave fase que atraviesa el país, un aumento de los impuestos sólo tendría el efecto de hacer irreversible el colapso económico del Líbano, empobreciendo aún más a las familias y golpeando las actividades productivas.
“Desde la creación del Estado del Líbano”, ha dicho el Patriarca entre otras cosas, “el liberalismo económico ha sido el secreto de la prosperidad, el crecimiento y el progreso del Líbano, fomentando el crecimiento del empleo y la inversión financiera en todos los sectores, creando oportunidades de trabajo y conexiones entre la economía libanesa y la economía mundial antes de la aparición de la globalización”. “El colapso económico del Líbano”, ha añadido el Patriarca, aventurándose en su homilía en el terreno del análisis socioeconómico, “comenzó con el debilitamiento del liberalismo libanés en sus dimensiones económica y social.
La grave crisis que atraviesa el Líbano también plantea interrogantes sobre el carácter artificial y frágil de la recuperación económica del país tras los terribles años de la guerra civil. La recuperación se produjo de forma desordenada, inflada por la burbuja de la “reconstrucción” inmobiliaria que cimentó gran parte de la franja costera, con rascacielos construidos por arquitectos de renombre internacional y centros comerciales llenos de boutiques de marcas de moda. Una “recuperación” que no se basó en un desarrollo razonado de la economía real, y que estuvo cada vez más condicionada por las recetas de “ingeniería financiera” y “finanzas creativas” que también siguió el Banque du Liban, el banco central dirigido desde 1993 por Riad Salameh, un antiguo banquero de Merrill Lynch. Los analistas ahora señalan que la situación se ha visto agravada por el menguante apoyo económico prestado en el pasado por los países árabes del Golfo, que han comenzado a escatimar su apoyo a los gobiernos libaneses caracterizados por el importante papel del partido chiíta Hezbolá, vinculado a Irán. Y si el pueblo libanés ha logrado sobrevivir a este duro invierno, se debe en gran medida a las remesas de los millones de libaneses en el extranjero que envían ayuda cada mes a sus amigos y familiares en su país.
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