Santo Domingo – En el contexto de las celebraciones por los cien años de la coronación de Nuestra Señora de la Altagracia, y del Año de San Jose que acaba de concluir, los obispos de la República Dominicana han publicado una Carta pastoral titulada “San José, custodio del Redentor y modelo del creyente”, en la que invitan a mirar al esposo de la Virgen María como “modelo de hombre obediente y fiel al plan de Dios”. “En este tiempo especial que nos está tocando vivir - escriben -, dirigir nuestra mirada hacia San José nos alienta y conforta”.
La humanidad del tercer milenio se enfrenta a un cambio de época sin precedentes, escriben los obispos describiendo la situación general, y “estos últimos años han sido marcados por una terrible pandemia que ha paralizado a gran parte de la humanidad y sacudido los cimientos de nuestra civilización. Nunca en la historia reciente había sucedido un fenómeno de tal envergadura”. Pero “el verdadero drama de nuestro siglo es el vacío de Dios en el alma de tantos pueblos y la verdadera pandemia que nos aqueja es la anemia espiritual” destacan, resaltando al menos cuatro pandemias modernas: la mentira, la violencia, el afán de dinero y el hedonismo.
Mirando desde la luz de la fe esta situación, los obispos recuerdan que la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, “a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación”, y San José nos enseña a “transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia”.
La Carta se detiene de forma muy extendida sobre la figura de San José en las Sagradas Escrituras: “En él encontramos el aliciente que nos impulsa y sostiene en nuestras luchas cotidianas. Nadie como él supo atravesar momentos difíciles”. San José “es modelo de respeto hacia su esposa” y “podemos imitarle en sus virtudes de fe, confianza, amor, entrega, sacrificio, ternura y docilidad”. Los obispos recuerdan por último que “San José es el hombre para nuestro tiempo. Él fue el espejo terrestre donde se miró el Hijo de Dios y ha sido un modelo de fe adulta para toda la Iglesia… Hoy día, su presencia y su testimonio se hacen más necesarios que nunca con vistas a salvar la civilización cristiana, amenazada seriamente por la cultura de la muerte”.
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