Loikaw - El funeral por los 35 civiles, todos católicos, asesinados el 24 de diciembre en la aldea de Mo So, cerca de la ciudad de Hpruso, tuvo lugar hoy en medio del luto, el llanto y la oración en Kayah, en la parte oriental de Myanmar. Según informan fuentes de Fides en la diócesis de Loikaw, en cuyo territorio tuvo lugar la masacre, los militares al final dieron permiso a los familiares de las víctimas para acceder a la zona y recuperar los cuerpos, todos carbonizados, para proceder al entierro. El funeral consistió en un simple rito fúnebre dirigido por catequistas, sin Eucaristía y sin la presencia de un sacerdote, ya que el ejército no permitió que el párroco local llegara al pueblo. Entre los fallecidos había dos pequeños: Juan, un niño de tres años, y Ágata, una niña de 2 años, que fueron asesinados junto con sus padres. Entre las víctimas también hay dos trabajadores birmanos que colaboraban con la ONG internacional Save the Children.
“Todos estamos tristes, asustados y conmocionados. Es una verdadera crueldad. Eran personas inocentes que huían de los combates. Este tipo de ataque es atroz e inhumano. Observamos una pérdida total de conciencia entre los militares. El ejército ahora está aterrorizando y masacrando sin piedad a la población cometiendo crímenes de lesa humanidad”, explica a la Agencia Fides Clement, laico católico presente en el funeral.
Una mujer católica local, Mih Nge, asegura conmovida que lo han perdido todo, “la casa, el sustento y la tierra, pero no nos daremos por vencidos. Seguimos vivos y ofrecemos nuestras vidas por la libertad y la dignidad de todos y por el futuro de nuestros jóvenes. En este inmenso dolor, no perdemos la esperanza, siempre hay esperanza porque creemos en Dios, fuente de nuestra esperanza”.
La masacre ha horrorizado a toda la Iglesia católica birmana que lanzó un llamamiento al cese del fuego y al fin de la guerra civil . También en otras zonas de Myanmar, el eco de la masacre ha generado una ola de indignación y solidaridad. El padre Dominc Kung, sacerdote católico de la diócesis de Hakha, en el oeste de la nación, asegura a la Agencia Fides que “la sangre de estos inocentes muertos no se derramará en vano, sino que constituirá una fuerza poderosa para el pueblo. Ellos son un apoyo para nuestro pueblo y rezarán por nuestro sufrimiento en el Cielo, junto al Señor”.
Fuentes locales de Fides señalan que la guerra civil en Myanmar está empeorando: “Los soldados entran en las aldeas, cazan, arrestan, queman y matan indiscriminadamente. No distinguen entre civiles y personas que empuñan las armas. En todo el país cunde la violencia. La gente tiene miedo y huye a los bosques para escapar de las matanzas. Los militares también ven a los civiles como una amenaza porque dicen que apoyan a las milicias de las Fuerzas Populares de Defensa. Matan indiscriminadamente. Es terrible. Nuestro sufrimiento está al límite. Suplicamos la ayuda de Dios y pedimos la atención de la Comunidad Internacional”.
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