Yibuti – En el país, “la Iglesia es pequeña, frágil, pero fuerte con la luz del Evangelio que no puede ser anunciado verbalmente, siendo un país islámico, sino solo vivido. Ciertamente, los cristianos y hermanas que viven allí son una presencia pequeña pero significativa”. Así lo dice conversando con la Agencia Fides la hermana Simona Brambilla, superiora general de las Misioneras de la Consolata , congregación que trabaja en Yibuti con una misión abierta desde 2004.
En la frontera entre Etiopía y Somalia, Yibuti es una tierra desértica que alberga diferentes grupos étnicos, y en la que la Iglesia ha hecho mucho por el diálogo respetando las diferencias. Hace unos días, Mons. Giorgio Bertin, obispo de Yibuti, administrador apostólico de Somalia, concedió una entrevista al semanario católico ‘La difesa del Popolo’. El obispo, hablando de la situación geopolítica de Somalia y de la labor de la Iglesia, recordó cómo en Yibuti la Iglesia se ha adelantado incluso a su tiempo, como en el caso de la acción a favor de las personas con discapacidad, que hasta hace unos años se mantenían segregadas en casa.
De esta manera, con el tiempo, nació una agencia estatal que se encarga de su cuidado y promoción, junto con misiones como la que tiene la Hna. Anna Bacchion MC, en Yibuti desde el inicio de la fundación de la misión en 2004, quien explica a Fides este proyecto inclusivo llamado “École pur tous”: “En 2013, comenzó una escuela inclusiva para niños con discapacidades físicas y mentales. Este proyecto fue concebido y ejecutado por la Iglesia de Yibuti. Ahora, tras años de intenso trabajo, varios niños han sido admitidos en escuelas primarias públicas y privadas. Sus familias han comprendido la importancia de esta escuela. Antes, sus hijos, por ser discapacitados, permanecían encerrados, escondidos en sus chozas, y ahora son libres y están más seguros de sí mismos, porque, como los demás niños, saben escribir y leer. Nuestros hijos salen de esta escuela con la convicción de que saben hacer cosas buenas. Este programa empezó como una pequeña semilla, pero ahora se ha desarrollado y también ha sido adoptado por el gobierno, que quiere extenderlo a todas las escuelas para facilitar la inclusión de los niños discapacitados en las escuelas estatales”. Sor Anna, que en 1976 ya había vivido una experiencia misionera en Libia en un contexto musulmán, describe ambas experiencias como positivas y esclarecedoras para comprender un hecho: el diálogo de la vida debe contagiar y difundir los valores de la acogida y la ternura.
“En Yibuti, desde 2004 - concluye la religiosa -, hemos iniciado un diálogo sencillo, un diálogo que también hace silencio para escuchar, intentando potenciar el bien presente en el otro, un diálogo que busca emanar la fragancia de Cristo. No he encontrado ninguna dificultad para dialogar con los pobres de nuestros pueblos y también con los adultos. Mi pueblo es gente que cree, que reza, que celebra fiestas, que se alegra, que sufre, y que a menudo sólo desea nuestra cercanía para compartir sus alegrías y sus dificultades”.
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