Atenas – “No somos cristianos porque debemos, sino porque es hermoso”. Sólo se puede seguir a Jesús a través de la maravilla del encuentro con “personas y rostros” cambiados por su gracia, y no a través de la adhesión forzada a un ideal ético-religioso. Con estas palabras, y con otras expresiones sencillas y eficaces, el Papa Francisco ha vuelto a sugerir a todos la dinámica propia y elemental con la que también hoy, como en el tiempo de los primeros Apóstoles, se puede llegar a ser y permanecer siendo cristiano. Lo ha dicho en la mañana de hoy, lunes 6 de diciembre, al encontrarse con los jóvenes de la pequeña y variada comunidad católica en Grecia, en la última cita de su visita apostólica a la República Helénica. El encuentro, que ha tenido lugar en el gimnasio del Colegio San Dionisio de las Hermanas Ursulinas en Maroussi, en el área metropolitana de Atenas, se ha basado en los testimonios de tres jóvenes: una chica de origen filipino, una joven de la diócesis católica de Tinos y un joven refugiado sirio llegado a Grecia con su familia huyendo de la guerra.
A partir de sus relatos, el obispo de Roma ha propuesto criterios e ideas fecundas para orientar toda iniciativa apostólica y misionera dirigida en particular a los chicos y chicas de hoy.
En un discurso salpicado de referencias a la cultura, la literatura e incluso la mitología griega, el Papa ha recordado que en la historia de la humanidad la reflexión filosófica, pero también el arte y la ciencia han tenido como punto de partida, como «chispa», el asombro, definido por los griegos con la palabra «thaumàzein». “Así - ha recordado el Papa -, comenzó la filosofía, de maravillarse frente a aquello que es, frente a nuestra existencia, a la armonía de la creación y al misterio de la vida”. Y el asombro – ha proseguido– “es el inicio de nuestra fe”. Los Evangelios – ha recordado el Papa -, describen una y otra vez el asombro que experimentaban los que se encontraban con Cristo, y precisamente por esa atracción del asombro comenzaban a seguirlo. Una señal de que el corazón de la fe cristiana “no es una idea, no es una moral; el corazón de la fe es una realidad, una realidad bellísima que no depende de nosotros y que nos deja con la boca abierta: ¡somos hijos amados de Dios!”. A los jóvenes que escuchaban, el Papa les ha sugerido que "se dejen asombrar" por el amor de Dios, que se manifiesta en los signos de la Creación y de forma aún más admirable en la misericordia con la que otorga su perdón: “cuando estén decepcionados por algo que hayan hecho – ha repetido el Papa - hay otro asombro que no tienen que dejar escapar: el asombro del perdón. En esto quiero ser claro: Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre. Allí, en el perdón, se encuentra el rostro del Padre y la paz del corazón. Allí, Él nos restaura de nuevo, derrama su amor en un abrazo que vuelve a levantarnos, que desintegra el mal cometido y vuelve a hacer resplandecer la belleza incontenible que hay en nosotros, el ser sus hijos predilectos”. Y nosotros “no podemos más que asombrarnos de que seamos para Él, a pesar de todas nuestras debilidades y nuestros pecados, hijos amados desde siempre y para siempre”. Basta “dejarse mirar por la mirada de Dios”.
En el estado actual del mundo - ha reconocido el Papa, refiriéndose a otras imágenes y figuras tomadas de los poemas de Homero y de la antigua mitología griega -, se multiplican sobre todo para los jóvenes, los “mensajes seductores e insistentes, que apuntan a beneficios fáciles, a las falsas necesidades del consumismo, al culto del bienestar físico, a la diversión a toda costa”, y recuerdan el mito de las sirenas, que seducían a los marineros con su canto y luego los estrellaban contra las rocas. Ulises, en la Odisea, sobrevivió a su encantamiento haciéndose atar al mástil del barco. “Pero otro personaje, Orfeo, - ha señalado el Papa - nos enseña un camino mejor: entonó una melodía más hermosa que la de las sirenas y así las hizo callar”. Tampoco hoy en día, uno se convierte y permanece como cristiano en virtud de un esfuerzo, o gracias a estrategias de resistencia frente a los halagos del mundo, sino sólo si encuentra y sigue una atracción “prevalente”, más fascinante que las demás voces. “No somos cristianos porque debemos – ha manifestado el Papa - , sino porque es hermoso”. Y “La alegría del Evangelio, el asombro que provoca Jesús hace que las renuncias y las fatigas pasen a un segundo plano”. En lo concreto, Cristo prevalece porque se sirve del encuentro con “rostros y de personas concretas”, como testimonian los Hechos de los apóstoles. Para encontrar y seguir a Cristo “no basta tener ideas claras sobre Él, se necesita ir hacia Él con la vida. Tal vez este sea el motivo por el que tantos lo ignoran, porque sólo sienten predicaciones y discursos .En cambio, Jesús se transmite a través de rostros y de personas concretas. Hagan la prueba de releer los Hechos de los Apóstoles y verán cuántas personas, rostros y encuentros; así conocieron a Jesús nuestros padres en la fe”. A partir de estas consideraciones, el Papa ha sugerido que los jóvenes acepten el reto de abandonar su propia "zona de confort" y se abran a la aventura de encontrarse con los demás y ponerse al servicio de los otros, señalando los gestos de caridad y de compartir como oportunidades para experimentar y ver crecer el asombro y la gratitud en sus propias vidas. En este espíritu, mientras hay quienes se jactan de utilizar las redes sociales como instrumentos privilegiados para "evangelizar a los jóvenes", el Papa ha dirigido a los chicos y chicas - a menudo atrapados en las arenas movedizas del mundo virtual - preciosas sugerencias críticas para escapar de los mecanismos de homologación y manipulación: invitándoles a no conformarse con los "encuentros virtuales", y a buscar "los reales, sobre todo con “aquellos que os necesitan”. Muchos hoy –ha dicho el Papa -, “son ‘de redes sociales’ pero poco ‘sociales’, encerrados en sí mismos, prisioneros del teléfono que tienen entre sus manos. Pero en la pantalla falta el otro, faltan sus ojos, su respiración, sus manos. La pantalla se vuelve fácilmente un espejo, donde crees que estás frente al mundo, pero en realidad estás solo, en un mundo virtual lleno de apariencias”.
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