Tombura Yambio - La vida de los habitantes de Sudán del Sur es frágil, se ven expuestos a mil altibajos inesperados, injusticias y abusos de todo tipo. El país vive en modo precario, construido sobre un polvorín hecho con la dinamita de los grupos tribales, la codicia y la corrupción de políticos semi-analfabetos. Así lo escribe a la Agencia Fides el padre Christopher Hartley Sartorius, actualmente comprometido en una misión en la diócesis de Tombura Yambio.
“Hace apenas tres semanas, cuando salía de la iglesia de Naandi tras la adoración del Santísimo Sacramento, uno de los concejales parroquiales alarmados vino a decirme que tuviera cuidado porque habían visto rebeldes armados en la zona - dice el misionero de la diócesis de Toledo-. Ordené el cierre de la iglesia y la casa parroquial. Pasadas las nueve de la noche empezaron a disparar. Gracias a Dios no nos pasó nada. A media mañana del día siguiente, fui a la policía y vi que habían arrestado a algunos de los rebeldes. Eran muchachos jóvenes, pobres y maltratados.
Me dieron permiso para entrar en la pequeña celda y hablé con ellos durante mucho tiempo. Al final rezamos juntos e invocamos la misericordia de Dios. Cuando salí uno de los guardias me susurró: '¡Si no hubiera venido, después de interrogarlos y torturarlos, los hubieran ejecutado en la selva'!”
A pesar de las continuas dificultades y emergencias, el misionero continúa su compromiso pastoral asistido por la población local y por los numerosos voluntarios que se van sumando paulatinamente.
“Aquí la vida no vale nada - concluye el p. Christopher -, sin embargo, la Iglesia es el refugio de sus muchos miedos, el consuelo de todas sus lágrimas y el amanecer de un nuevo día en la esperanza de una vida mejor”.
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