Accra - A partir del 18 de enero, las escuelas de todo el país han reanudado sus actividades. Sin embargo, en varias aldeas en el momento de la reapertura había falta de equipo de protección personal para todos y la situación aún no está completamente controlada. “Ha sido un verdadero espectáculo ver a padres e hijos esperando ser registrados frente a los recintos escolares después de 10 meses de cierre debido al Covid-19”, escribe a la Agencia Fides el padre Paul Saa-Dade Ennin, Superior Provincial de los misioneros SMA en Ghana.
“Por un lado los padres estaban aliviados de poder traer a sus hijos de regreso a la escuela y por otro los escolares estaban felices de volver a ver a sus compañeros y compartir con ellos estos largos meses en casa ayudando a sus padres en las tareas del hogar que salen a los mercados o al campo”. Explica el p. Paul comentando que en el pueblo de Babaso, distrito de Ejura-Sekyeredumase, de la región de Ashanti, aún tenían que ser entregados los dispositivos para la seguridad personal cuando se reabrió la escuela. Los escolares llevaban mascarillas y la iglesia parroquial local había proporcionado cubos de agua y jabón líquido para lavarse las manos, que lamentablemente no fueron suficientes para todos. “En este contexto escolar - dice el misionero, el distanciamiento social es el principal desafío. En las aulas los pupitres se disponen teniendo en cuenta las distancias requeridas, pero en algunas clases, por el número de alumnos y el tamaño del aula, es casi imposible. Los profesores tienen grandes dificultades, especialmente durante el recreo, explica el p. Paul. Es simplemente imposible dejar que los niños jueguen juntos siguiendo los protocolos, se necesita ayuda concreta inmediata del gobierno antes de que estallen nuevas epidemias en las escuelas, especialmente en las zonas rurales desfavorecidas como Babaso”.
En su explicación, el Superior Provincial de SMA también describe la alegría de muchos niños que han podido regresar a la escuela, pero recuerda al mismo tiempo el pesar de muchos otros compañeros que para apoyar y ayudar a sus familias se han visto obligados a mudarse a la ciudad para trabajar como domésticos. “Algunas de las niñas, lamentablemente, se han quedado embarazadas durante el encierro, otras han sido dadas en matrimonio para mantener a la familia y no regresarán”, explica el p. Ennin. El misionero destaca el hecho de que estas son solo algunas de las tristes realidades de los efectos del Covid-19 en los niños. “Su futuro se verá seriamente comprometido si no se toman acciones y medidas estratégicas y con conciencia”.
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