Karaganda - “A lo largo de la historia, la Iglesia se ha visto continuamente regenerada y llevada adelante por los santos y su testimonio. El beato Władysław Bukowiński fue una raíz activa y profunda del florecimiento de la Iglesia viva de Karaganda y Kazajstán. Yo he tenido la suerte de encontrarlo y conocerlo, no en persona, por supuesto, sino a través de la semilla, la flor y el fruto, que Dios ha generado a través de él, especialmente aquí, en Karaganda, en los tiempos difíciles y dolorosos de las persecuciones de Stalin. Este beato, por tanto, testifica a la Iglesia de Kazajstán que es posible convertirse en santos, es decir, realizar plenamente la propia humanidad, incluso en condiciones extremadamente difíciles y dolorosas. Hoy acogemos el testimonio de su fe en los campos de concentración soviéticos y aprendemos de él cómo ser testigos de Jesús en el inmenso campo de concentración de la globalización, que aplasta al hombre y que quiere reducir su vida al bienestar y la felicidad puramente terrenales”. Así lo declara a la Agencia Fides monseñor Adelio Dell'Oro, obispo de Karaganda, hablando de la vida del beato Władysław Bukowiński, sacerdote diocesano que, en medio de los tormentos de los gulags soviéticos, llevó a cabo su misión evangelizadora y cultivó la semilla de la naciente presencia católica en Kazajstán.
Detenido tres veces por su actividad apostólica, el Beato Bukowiński pasó 13 años, 5 meses y 10 días en los campos de concentración. Cuando Stalin murió, fue trasladado a un confinamiento en Karaganda donde trabajó como custodio en una obra de construcción, dedicándose al apostolado clandestino por la noche. Fue el primer sacerdote católico que llegó y permaneció allí permanentemente después de la Segunda Guerra Mundial. “Gracias a la presencia y el testimonio de este hombre de Dios, nació una comunidad católica en Karaganda a finales de la década de 1950, obligada a esconderse bajo tierra, pero aún así muy viva y emprendedora: esta primera Iglesia clandestina representó la esperanza que sostuvo a miles de deportados, en su mayoría polacos de Ucrania y alemanes. Por el plan de Dios y por su gracia, el testimonio de muchos hombres, a pesar de las feroces persecuciones, hizo de Karaganda el centro del catolicismo en la época del régimen soviético”, dice mons. Dell’Oro.
Incluso hoy, la parroquia de San José en Karaganda es una expresión de la vivacidad y la fe de esos católicos y encarna una herencia única no solo en Kazajstán, sino también en todo el territorio de la ex Unión Soviética: es, de hecho, una de las primeras iglesias registradas oficialmente durante el régimen comunista, en 1977. “En ese año - explica mons. Dell'Oro - se sentaron las bases de la futura Iglesia católica con la participación activa de los fieles: de hecho, todos participaron en la construcción del templo, desde los más pequeños hasta los mayores, incluidos los discapacitados y los enfermos”.
De la herencia espiritual del padre Bukowiński – señala-, nacieron más de 16 vocaciones al sacerdocio, incluidas las de dos obispos: Joseph Werth, obispo de Novosibirsk, y Nikolay Messmer, ahora fallecido, obispo en Kirguistán, y 28 vocaciones femeninas para vida consagrada en 7 congregaciones y comunidades diferentes: “Además, cuando regresaron a su patria histórica, cientos de antiguos feligreses locales dieron nueva vida a la vida de la Iglesia en Alemania, Polonia y otros países. Como en los primeros siglos, los sufrimientos y la sangre derramada por estos católicos han multiplicado el número de cristianos, dando vida a esta Iglesia”, añade el obispo de Karaganda.
Hoy, la ciudad de Karaganda tiene 4 iglesias católicas, un seminario internacional y un convento de clausura de monjas carmelitas. Además, el pasado mes de junio, el papa Francisco elevó la iglesia de San José a basílica menor. La diócesis de Karaganda incluye dos regiones y ocupa un territorio dos veces y media el tamaño de Italia. Las aproximadamente 20 parroquias están separadas entre sí por enormes distancias: las más lejanas están a 1700 km entre sí. En total, hay 4 diócesis católicas en todo el territorio de Kazajstán, con un total de 70 parroquias. Hay 91 sacerdotes presentes en la nación, de los cuales 61 diocesanos y 30 religiosos. Los católicos representan una pequeña minoría: según datos oficiales proporcionados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Kazajstán, de los más de 17 millones de habitantes del país, alrededor del 26% son cristianos y el 1% de ellos son católicos.
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