Bogotá –Tras las nuevas masacres de seis jóvenes en la zona rural del municipio de Buenos Aires y de otros cuatro en los municipios de Mosquera y El Charco , que también han causado heridos y destrucción, los obispos católicos, “con profundo dolor por la muerte de estos hermanos, oramos por su eterno descanso y manifestamos nuestra solidaria cercanía a sus seres queridos, a las comunidades municipales a las que pertenecían, a la Arquidiócesis de Popayán y a la Diócesis de Tumaco”, pidiendo al Señor la rápida recuperación de los heridos.
En el comunicado lanzado por la Conferencia Episcopal, recibido en la Agencia Fides, los obispos afirman que es desgarrador constatar la extensa lista de asesinatos y atentados que, en diversos escenarios, han tenido lugar en el país en los últimos meses: “Las agresiones contra la vida y dignidad humanas son cada vez más atroces, y traen consecuencias humanitarias cada vez más graves para toda la nación”.
Ante esta grave situación, en la fecha en que se celebra la Jornada Internacional de la Paz, convocada por las Naciones Unidas, bajo el 21 de septiembre, los obispos colombianos reiteran que “la vida humana es sagrada y que atentar contra ella es un crimen gravísimo, en contra de las personas y de las comunidades”, “no es posible alcanzar la paz si no se respeta y se defiende la vida”. Luego, piden a todos los que siguen generando violencia “que pongan definitivamente fin a esta maquinaria de muerte”. Además, invitan al pueblo colombiano a “asumir un compromiso claro y valiente con la defensa de la vida”, ya que se trata de una tarea que reclama la participación de todos: las entidades gubernamentales, las instituciones públicas y privadas, la sociedad civil y las familias. “Pedimos a las autoridades competentes que fortalezcan las medidas de protección para las comunidades afectadas y avancen con diligencia en las correspondientes investigaciones y judicializaciones de los responsables de las masacres”.
El comunicado de los obispos concluye exhortando a realizar iniciativas de solidaridad y apoyo a las comunidades que, en medio de las amenazas y la incertidumbre, siguen sufriendo las consecuencias directas de la violencia, y a las comunidades católicas a perseverar “en la oración por la paz, así como a continuar promoviendo acciones que lleven a la reconciliación y a la defensa de la vida como derecho primario y fundamental de todas las persona”.
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