Bagdad - Los sacerdotes de la Iglesia caldea son hombres con sus limitaciones, pero la gran mayoría ejercen su ministerio sacerdotal con dedicación y generosidad, hasta el sacrificio. Así lo ha reiterado con fuerza el cardenal Louis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los caldeos, haciendo pública una carta en la que responde a las críticas dirigidas indiscriminadamente al clero local, contenidas en una intervención publicada en el sitio web ankawa.com.
La carta del Patriarca comienza con algunas consideraciones autobiográficas: “Vivo en Irak desde que nací” escribe el Cardenal “y he conocido a muchos obispos y sacerdotes que han sido importantes en mi largo camino de servicio a la Iglesia. Mi vocación sacerdotal también nació gracias al ejemplo de un gran sacerdote”. El Primado de la Iglesia Caldea no niega que un número limitado de sacerdotes tienden a explotar su sacerdocio fuera de la misión que recibieron en el momento de la ordenación. “Pero la gran mayoría de nuestros sacerdotes” enfatiza el Patriarca “están plenamente dedicados y absortos en su ministerio sacerdotal. Entre ellos tenemos verdaderos mártires”.
A continuación, el cardenal Sako recuerda los factores elementales que connotan la naturaleza sui generis de la Iglesia, “institución divina y humana. La Iglesia es santa - recuerda el Patriarca - ¡y no el clero! La divinidad pertenece sólo a Dios, los sacerdotes, obispos y patriarcas no son divinos, y la santidad en sí misma es una vocación de todo cristiano y no está reservada sólo para el clero. Hasta donde yo sé, y por lo que veo - continúa el Patriarca caldeo - la mayoría de los sacerdotes asumen sus compromisos hasta el sacrificio. Solo hay que mirar lo que los sacerdotes iraquíes han hecho por una multitud de personas desplazadas desde 2014.
También en cuanto a las tentaciones de abusar del patrimonio de la Iglesia, el Patriarca recuerda que “Hoy, en la mayoría de nuestras parroquias, existen oficinas de gestión transparente de recursos, consejos parroquiales y consejos diocesanos”. A pesar de los obstáculos, se han dado muchos pasos para difundir un modelo de gestión transparente. Con todo esto - añade el Patriarca – “seguimos siendo hombres, no hacemos milagros, que son sólo de Dios”.
El cardenal iraquí, con un añadido interesante y nada frecuente, también menciona las quejas generalizadas y las reclamaciones excesivas que en Oriente Medio se dan a menudo por sentadas hacia las instituciones eclesiales, cuando, por ejemplo, se les acaba pidiendo puestos de trabajo, que construyan casas, que fomenten una determinada carrera política. Una actitud que luego se traduce inevitablemente en una crítica corrosiva e indiscriminada, que a juicio del Patriarca hiere a la Iglesia, especialmente cuando se cae en la queja y se difunden calumnias sin siquiera dar evidencia real de un comportamiento incorrecto por parte de los miembros del clero. Al respecto -recuerda el Patriarca Sako- todo aquel que tenga conocimiento de una obvia mala conducta, y no de rumores o habladurías, deberá denunciarlo al obispo local, quien, si lo considera necesario, iniciará las investigaciones necesarias utilizando las herramientas canónicas proporcionadas a la autoridad eclesiástica.
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