ÁFRICA - Gracias a Pentecostés, la Iglesia en África va más allá de las divisiones tribales

Agenzia Fides Kara - “Las celebraciones de la fiesta de Pentecostés han terminado y el sueño de comunión, fraternidad y amor se siente cada vez más en el continente. Sin embargo, las divisiones tribales, de clanes y étnicas, incluso dentro de la Iglesia que alimentan constantemente nuestra vida cotidiana, nos recuerdan que el espíritu separatista de Babel sigue siendo fuerte”, recuerda el teólogo marfileño, el padre Donald Zagore.

“Convertirse en cristiano”, -explica-, “significa alimentar la communio y, por lo tanto, entrar en la forma de ser del Espíritu Santo que es la fuerza de comunión, el único y último mediador que hace posible la comunicación entre Dios y los hombres primero y luego entre los hombres mismos”. Uno no puede pensar en vivir una vida cristiana separado de los demás. La fiesta de Pentecostés nos recuerda constantemente la esencia de nuestra misión como Iglesia en África, que es trabajar por la reconciliación y la unificación de nuestras comunidades religiosas y de nuestros países”.

El Papa Francisco, en su homilía del domingo 20 de mayo, invocó al Espíritu Santo diciendo: “Sopla sobre la Iglesia y empújala hasta lo más lejano para que, llevada por ti, no lleve otra cosa que a ti. Sopla sobre el mundo delicado calor de la paz y el frescor de la esperanza”. Esta invitación resuena entre los bautizados de África: “No hay un escándalo mayor que ver a las Iglesias divididas, especialmente por cuestiones tribales, étnicas y de clanes”, continúa el padre Zagore.

“El tribalismo de nuestras comunidades sigue siendo una distorsión grave de la acción del Espíritu Santo y de la naturaleza misma de la Iglesia, ya que la Iglesia misma es obra del Espíritu Santo. EL tribalismo de nuestras iglesias es esencialmente un pecado contra el Espíritu Santo. Donde el Espíritu de Cristo reina, no hay división, más bien hay unidad y reconciliación”, señala.

El teólogo concluye: “El Espíritu Santo se ofrece a la comunidad de aquellos que se apoyan unos a otros a través de Cristo. Pentecostés es la fiesta de la unidad y la comunión de la Iglesia y de toda la humanidad. A través de Pentecostés toda la Iglesia, toda la humanidad habla el mismo lenguaje: el del amor. Solo un amor más fuerte que todos los intereses personales puede construir y hacer fértil una comunidad de hombres unidos y reconciliados. Este amor más fuerte que cualquier cosa no es otro que el de Cristo. Debe decirse con fuerza que la unidad de la Iglesia está impregnada del único amor de Cristo, que murió y resucitó para la salvación de todos”.

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