ASIA/LÍBANO - Se desconoce la verdad sobre la explosión de hace un año mientras la población vive oprimida por la miseria

Beirut – “Nos preocupa que la situación pueda degenerar”, dicen a la Agencia Fides fuentes locales de Beirut, donde hoy se recuerda la explosión del depósito de nitrato de amonio que el 4 de agosto conmocionó la capital libanesa. “Se ha invitado a la población a dirigirse al puerto para exigir verdad y justicia”, dicen las fuentes. “La herida sigue abierta, sobre todo porque la Presidencia de la República, inmediatamente después de la tragedia, había prometido que se arrojaría luz inmediatamente sobre las responsabilidades de lo ocurrido. Pero un año después, se desconoce la verdad al respecto”.
La única noticia destacable es que una investigación del FBI ha revelado que explotaron entre 400 y 500 toneladas de nitrato, una fracción de las 2.700 toneladas almacenadas en el depósito del puerto.
“La gente se pregunta a dónde fueron a parar los 2.000 restantes y si la tragedia tuvo algo que ver con la desaparición de esta enorme cantidad de nitrato”. El nitrato de amonio puede utilizarse como fertilizante o como explosivo y se especula que la cantidad que desapareció de Beirut puede haber acabado en Siria, donde la guerra aún no ha terminado. “Desde el 4 de agosto de 2020, la población exige la verdad para obtener justicia, pero la clase política parece querer impedir que se establezcan responsabilidades. Los gestores del puerto están imputados, pero los jueces que investigan se encuentran con un muro infranqueable a la hora de investigar las responsabilidades políticas, porque la inmunidad parlamentaria de los diputados y ministros no ha sido revocada”, señalan las fuentes.
“La situación está muy tensa porque la frustración de la gente por la falta de verdad se suma al sufrimiento de una población estresada por la grave crisis económica que un año después no ha hecho más que agravarse”, explican las fuentes. “La inflación ha alcanzado cotas que recuerdan a las de la República de Weimar en Alemania en los años 20: con un millón de liras libanesas se puede comprar un poco de carne y algunos otros alimentos. Hay escasez de gasolina, aceite y a veces incluso de pan. El mercado negro fija los precios. El dólar se ha disparado de 18.000 a 23.000 liras en poco tiempo. En un país que importa casi todo, esto es una tragedia. Sobre todo para los enfermos, especialmente los crónicos. Los medicamentos son escasos, pero se pueden encontrar en el mercado negro a precios escandalosos. Por ejemplo, un medicamento que antes costaba 6/7.000 liras ahora cuesta 180.000 liras. Incluso el ejército tiene hambre y sobrevive gracias a la ayuda de algunos estados extranjeros, árabes y no árabes”.
“Las ONG católicas, empezando por Cáritas, están haciendo una gran labor de ayuda a la población, sobre todo en el sector alimentario”, subrayan las fuentes. “Pero la falta de un gobierno en el que puedan confiar los países donantes les impide tratar de encontrar una solución a la crisis. Y si la gente tiene poco que comer, lamentablemente abundan las armas. El camino está abierto a todas las posibilidades”, concluyen nuestras fuentes.



Agenzia Fides
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