Johannesburgo - “Después de la violencia que estalló en julio, sugerimos al gobierno que tomara medidas para favorecer la reconciliación, pidiendo a los que han robado y saqueado las tiendas que devuelvan los bienes sustraídos para así obtener una amnistía. El gobierno ha dado el visto bueno y algunas personas están respondiendo”. Lo explica monseñor Sithembele Sipuka, obispo de Mthatha, Sudáfrica, y presidente de la SACBC en una entrevista con Fides. Más de 300 personas murieron y unas 3.000 tiendas fueron saqueadas cuando estallaron las protestas y la violencia en julio provocadas por la detención del ex presidente Jacob Zuma, pero luego agitadas por la ira por la pobreza y la desigualdad.
“La situación ha vuelto a la calma, pero ahora nos preguntamos cómo fue posible que miles de los ciudadanos irrumpieran en comercios, locales y casas sin una intervención inmediata para detenerlos”, asegura el obispo. Sudáfrica, tras días de enfrentamientos que han dejado señales de saqueos y devastación en varias ciudades, está lidiando con las profundas divisiones que se han abierto tras la detención del expresidente Jacob Zuma, acusado de corrupción durante su mandato y encarcelado el 7 de julio. Zuma, condenado a 15 meses de prisión por negarse a ser juzgado por los delitos de los que es sospechoso, todavía tiene muchos seguidores en el país, algunos de los cuales han optado por la revuelta.
“La violencia no es solo una respuesta al encarcelamiento del ex presidente. Hay varias razones que explican lo sucedido. En primer lugar, una polarización política entre quienes continúan apoyando a Zuma y quienes, en cambio, se declaran del lado de la ley y quieren que la justicia siga su curso. Todo esto tiene una consecuencia directa en la sociedad porque órganos institucionales como el ejército o la policía dependen de ministerios encabezados por representantes de distintas facciones. Las profundas divisiones en el partido gobernante han provocado divisiones en los servicios secretos, la policía y el ejército, provocando una gran pasividad porque quienes piensan en sus propios intereses no anteponen al país. Un segundo motivo que pesa mucho es la pobreza de la población, con personas que incluso pasan hambre. Muchos han sido utilizados por quienes quieren fomentar la violencia. Hay un tercer elemento que es el crimen: los delincuentes aprovechan estas oportunidades para ampliar el campo de acción y crear el caos”, explica monseñor Sipuka.
La Iglesia Católica, que emitió un llamamiento firmado por la SACBC invita a la paz y, al mismo tiempo, desentraña las raíces del conflicto. Monseñor Sithembele Sipuka asegura que “la violencia siempre se tiene que condenar y si hay diferencias en un partido, en la política o en la sociedad, la única forma es sentarse y dialogar. Nunca se debe explotar a los pobres para beneficio de los propios intereses porque lo primero es el bien del país. Nuestro mensaje para los más pobres es ‘no dejéis que os utilicen’. Son las primeras víctimas porque en muchos lugares no se puede comprar pan a un precio justo porque los comercios han quedado destrozados”. El obispo prosigue: “También creemos que un punto fundamental es la colaboración entre las empresas, el mundo laboral y el gobierno. Necesitamos cambiar hacia una economía que incluya y reduzca la pobreza, dado el alto número de desempleados. La educación es de mala calidad y los jóvenes abandonan la formación sin ser productivos. Nuestra mirada se dirige también a las zonas más rurales del país, ahí el gobierno debe promover el desarrollo para que las poblaciones que las habitan puedan ganarse la vida y porque son áreas fundamentales para la economía”.
El obispo concluye con la esperanza de que “se escuche la voz del Consejo de Iglesias, como sucedió, por ejemplo, cuando ofreció indicaciones sobre cómo afrontar la pandemia. En algunos casos, nuestras propuestas se han convertido en acciones, como las subvenciones para quienes han perdido su empleo por culpa del coronavirus”.
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