Kara – “En este tiempo de crisis vinculada al coronavirus, la familia se convierte hoy en el lugar sagrado por excelencia, donde recibir y vivir el misterio de Dios. Cristo se encarnó en una familia, convirtiendo a la Sagrada Familia en la primera iglesia doméstica". Así lo afirma en una nota enviada a Fides, el teólogo marfileño, el padre Donald Zagore, de la Sociedad para las Misiones Africanas, destacando la prueba que supone el Covid-19, para el cristianismo en el continente africano.
“El modelo pastoral africano de hoy - explica el misionero - sigue vinculado a las comunidades eclesiales de base, surgidas de la imposibilidad de los cristianos en América Latina para reunirse normalmente, en estructuras tradicionales para el culto divino debido a la persecución de los cristianos por los poderes políticos. El cristianismo tradicional, con sus estructuras, se había convertido en una especie de cristianismo sin iglesias".
Hablando de la situación de hoy el p. Zagore enfatiza que: "Con el confinamiento de las personas en sus hogares, un retorno al modelo eclesiológico de la familia como 'iglesia doméstica' es más que necesario. Si ya en Europa con la crisis de la fe, las iglesias, catedrales y basílicas estaban vacías, hoy están completamente cerradas. Este modelo eclesiológico desarrollado por los Padres de la Iglesia, como Juan Crisóstomo, y adoptado con fuerza por el Concilio Vaticano II y, en particular, por el Papa San Juan Pablo II y el Papa Francisco, encuentra sus raíces en el misterio de la Encarnación".
“La tragedia de Covid-19 debe acercarnos los unos a los otros. La humanidad ganará esta lucha solo involucrándose en una fuerte dinámica de solidaridad entre la investigación científica, el apoyo material y espiritual", continúa Zagore. “Las medidas de aislamiento establecidas por los gobiernos, que incluyen, entre otras, el cierre de fronteras, deben seguir siendo medidas médicas estrictamente preventivas, subraya el misionero, y no deben convertirse en caminos que favorezcan la exclusión, el estigma. La pandemia de Covid-19 no debe convertirse en un territorio en el que vivir juntos implique el sacrificio de identidad, fracturas sociales, un nacionalismo cada vez más exclusivo. Hoy, debemos permanecer enfocados en la esencia del problema, que consiste esencialmente en trabajar y orar por una solución que pueda salvar a nuestra humanidad de esta tragedia. En nombre de nuestra fe, el mal no puede tener la última palabra en la vida de las personas. Dios es más fuerte".
Al concluir su reflexión, el teólogo reitera: “El modelo eclesiológico de la familia como iglesia doméstica sigue siendo fundamental para un cristianismo sin iglesias. Una familia construida sobre roca, en Cristo, es un regalo precioso para la iglesia universal y para toda la humanidad. Todo debe ser reconstruido según el principio mismo de la familia".
Publicar un comentario