Yangon – “La visita del Papa a Myanmar ha sido acogida como una bendición y una contribución a la paz y la armonía. Tanto los componentes civiles del gobierno, como Aung San Suu Kyi, y los miembros militares, parecen entusiasmados con la visita. Seguramente la mayoría de las personas espera una “visita de sanación”. Muchos ciudadanos birmanos han seguido la visita del Papa a Colombia, un país que busca la paz”: así lo explica a la Agencia Fides el Cardenal Charles Maung Bo, Arzobispo de Yangón, hablando de la próxima visita del Papa Francisco a Myanmar y en particular de la delicada cuestión de la minoría rohingya.
“Los periódicos, tanto internacionales como locales - observa el cardenal - ven muchos retos para el Papa, comenzando por los “riesgos de tensiones religiosas”, ya que “los comentarios del Papa sobre los Rohingya podrían enfurecer a los nacionalistas que sostienen que los Rohingya no son birmanos, sino bengalíes y no tienen derecho a vivir en el país”.
Algunos grupos ya están al borde de la guerra: “Ashin Wirathu, monje que dirige el movimiento budista 'Ma Ba Tha', denuncia la visita papal como políticamente incitada”, afirmando que “no existe un grupo étnico de Rohingya en nuestro país”. Por otro lado, “los partidarios de los Rohingya esperan que el Papa exprese su opinión”, continúa el cardenal Bo.
A este respecto, para evitar las tensiones y para no provocar conflictos sociales y religiosos, la iglesia de Myanmar - explica el Cardenal - sugiere al Papa Francisco que “no use el término Rohingya” sino que “hable de los derechos humanitarios de los musulmanes que sufren en el estado de Rakhine, de la necesidad de una solución duradera, de la adopción de soluciones no violentas y de la urgencia de la cooperación regional”.
Sobre la delicada posición de la líder birmana Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz y hoy ministro en el gobierno, el Cardenal confirma la posición de la Iglesia Católica: "Necesita pleno apoyo. Aung San Suu Kyi ha sido atacada por los medios de comunicación a veces sin piedad. Está profundamente decepcionada de los medios occidentales. Es una personalidad fuerte. Habría escuchado sugerencias constructivas. Sus éxitos fueron muchos, pero se han hundido ante los últimos acontecimientos. Ha sacrificado toda su vida para resucitar al país de las ruinas después de sesenta años de gobierno en una junta militar. Es un logro histórico. En sus manos frágiles guarda los sueños de millones de personas de este país”.
“Sus percepciones pueden estar equivocadas - continúa el cardenal Bo - pero su integridad y compromiso están por encima de toda sospecha. Su liderazgo debe continuar. Es necesario apreciar su papel en la democratización de esta nación. Su compromiso con los Acuerdos de Paz de Panglong ha logrado reunir a todos los grupos de combate y ejército en la misma mesa. Esta ofreciendo espacios de diálogo entre los partidos antagónicos. Este proceso necesita apoyo y aprecio”."
El Cardenal Bo recuerda por último que “la justicia económica y la justicia ambiental en Myanmar pueden crear una paz duradera. Una mayor democracia y una mayor inclusión curarán las heridas históricas. La Iglesia quiere ayudar a construir la paz a través de iniciativas interreligiosas. Las soluciones violentas no han demostrado su eficacia en las últimas seis décadas. Es necesario instar a la paz con los grupos étnicos mediante la adopción de un sistema federal”.
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