Bogotá – Lo que hace que la iglesia se mueva a la misión “no es el entusiasmo que inflama el corazón generoso del misionero”, más bien es “la compañía de Jesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Él en la misión pronto perderíamos el camino, arriesgándonos a confundir nuestras necesidades vacuas con su causa”. Con estas palabras el Papa Francisco, durante su viaje apostólico que esta realizando en Colombia, ha vuelto a plantear palabras eficaces sobre la “llamada divida” del discipulado misionero que corresponde a todos los bautizados. Así lo ha dicho el jueves 7 de septiembre en su discurso en Bogotá dirigido a los miembros del comité directivo del Consejo Episcopal de América Latina . A pesar de hacer referencia explícita a la realidad de las Iglesias latinoamericanas, el Obispo de Roma ha vuelto a presentar los rasgos que connotan el dinamismo misionero en todas las latitudes y lo distinguen de cualquier forma de proselitismo ideológico, cultural o religioso.
En misión para seguir a Cristo
El discipulado misionero – ha comentado el Papa Francisco - no nace como un esfuerzo o una prestación de las estructuras eclesiales, sino que se configura como un “'permanente salir' con Jesús para conocer cómo y dónde vive el Maestro. Y mientras salimos en su compañía conocemos la voluntad del Padre, que siempre nos espera. Sólo una Iglesia Esposa, Madre, Sierva, que ha renunciado a la pretensión de controlar aquello que no es su obra sino la de Dios, puede permanecer con Jesús aun cuando su nido y su resguardo es la cruz”. Por ello “lo que hace permanente la misión no es el entusiasmo que inflama el corazón generoso del misionero, aunque siempre es necesario; más bien es la compañía de Jesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Él en la misión” ha insistido el Papa Bergoglio “bien pronto perderíamos el camino, arriesgándonos a confundir nuestras necesidades vacuas con su causa. Si la razón de nuestro salir no es Él será fácil desanimarse en medio de la fatiga del camino, o frente a la resistencia de los destinatarios de la misión, o ante los cambiantes escenarios de las circunstancias que marcan la historia, o por el cansancio de los pies debido al insidioso desgaste causado por el 'enemigo'. No forma parte de la misión ceder al desánimo cuando, quizás, habiendo pasado el entusiasmo de los inicios, llega el momento en el que tocar la carne de Cristo se vuelve muy duro”.
La única cosa necesaria
Por esto – ha sugerido el Sucesor de Pedro – la posibilidad de regenerar las fuerzas para la misión no reposa en las metodologías puestas en acto por los aparatos eclesiales, sino más bien en el regresar siempre a hacer experiencia de la caridad de Cristo: “Al inicio de todo” ha recordado el Papa Francisco “está siempre el encuentro con Cristo vivo, que requiere que los discípulos cultiven la familiaridad con Él; de lo contrario el rostro del Señor se opaca, la misión pierde fuerza, la conversión pastoral retrocede”. Por tanto “orar y cultivar el trato con Él es la actividad más improrrogable de nuestra misión pastoral. A sus discípulos, entusiastas de la misión cumplida, Jesús les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado» . Nosotros necesitamos más todavía este estar a solas con el Señor para reencontrar el corazón de la misión de la Iglesia en América Latina en sus actuales circunstancias”. Precisamente esta dependencia constante del dinamismo misionero de la gracia de Cristo – ha repetido el Papa – sugiere que conviene “poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia, transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras, los resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos son capaces de suscitar. Porque sin alegría no se atrae a nadie”.
El adverbio “concretamente” de la iglesia en estado de misión
Sólo así podemos liberarnos de las caricaturas reductivas de la misión: aquellas que el Papa ha definido como las “tentaciones, todavía presentes, de la ideologización del mensaje evangélico, del funcionalismo eclesial y del clericalismo”, que reducen el Evangelio a “un programa al servicio de un gnosticismo de moda, a un proyecto de ascenso social o a una concepción de la Iglesia como una burocracia que se autobeneficia”, o como “una organización dirigida, con modernos criterios empresariales, por una casta clerical”.
Entre otras cosas, el Papa Francisco ha señalado también el rasgo de lo “concreto” como signo de un auténtico dinamismo misionero: “El Evangelio” ha dicho el obispo de Roma “es siempre concreto, jamás un ejercicio de estériles especulaciones. Conocemos bien la recurrente tentación de perderse en el bizantinismo de los 'doctores de la ley', de preguntarse hasta qué punto se puede llegar sin perder el control del propio territorio demarcado o del presunto poder que los límites prometen”. El Evangelio – ha señalado el Papa - habla de Jesús que, habiendo salido del Padre, recorre con los suyos los campos y los poblados de Galilea: “Mientras camina, encuentra; cuando encuentra, se acerca; cuando se acerca, habla; cuando habla, toca con su poder; cuando toca, cura y salva. Llevar al Padre a cuantos encuentra es la meta de su permanente salir, sobre el cual debemos reflexionar continuamente. La Iglesia debe reapropiarse de los verbos que el Verbo de Dios conjuga en su divina misión. Salir para encontrar, sin pasar de largo; reclinarse sin desidia; tocar sin miedo. Se trata de que se metan día a día en el trabajo de campo, allí donde vive el Pueblo de Dios que les ha sido confiado”. .
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