Bagdad - Si no se sale pronto del caos en el que está sumida la nación iraquí tras las elecciones generales de octubre, "el país tendrá que enfrentarse a ‘lo peor’, y todos sabemos que Irak no puede soportar más”. Así lo dice el Patriarcado caldeo en un mensaje emitido el martes 16 de noviembre, en el que pide además a todos los componentes nacionales que dejen de lado el comportamiento perverso y eviten arrastrar hacia el abismo a una nación agotada por décadas de guerras y conflictos. La propuesta planteada en el llamamiento del patriarca es la de un "diálogo nacional sincero y valiente", en el que participen todos los actores nacionales -líderes políticos, pero también intelectuales y religiosos- interesados en garantizar la fiabilidad del proceso electoral y el respeto de los resultados de las urnas. “Sólo siguiendo este camino”, se lee en el mensaje difundido por los canales de comunicación oficiales de la Iglesia caldea, “será posible alcanzar una solución aceptable de acuerdo con la constitución y la ley iraquíes, para acelerar la formación de un gobierno nacional capaz de corregir el rumbo, luchar contra la corrupción, proteger la soberanía y la unidad del país y salvaguardar la seguridad y la dignidad de los iraquíes”.
Las elecciones parlamentarias iraquíes celebradas el 10 de octubre supusieron el crecimiento del Partido Sadrista, dirigido por el líder chií Muqtada al Sadr, que habría obtenido 73 de los 329 escaños de la nueva asamblea parlamentaria, y una clara derrota del bloque de Al Fatah, considerado cercano a las milicias chiíes proiraníes de Hashd Shaabi, que habría obtenido sólo 15 escaños frente a los 48 que controlaban en el anterior parlamento los grupos que ahora forman parte de la coalición. Sólo el 41% de las personas con derecho a voto acudieron a las urnas, la cifra más baja de las seis elecciones parlamentarias celebradas en Irak desde 2003, tras el fin del régimen de Saddam Hussein.
Desde que se filtraron los primeros rumores en los medios de comunicación sobre el resultado de la votación, los líderes del bloque de Al Fatah se han negado a reconocer los resultados de las elecciones, invitando a sus partidarios a salir a la calle. En Bagdad, los manifestantes mantuvieron barricadas en la "Zona Verde" -un área donde se concentran las oficinas gubernamentales y las embajadas- y acusaron a la comisión independiente de falsificar los resultados. Está en marcha el recuento de papeletas en algunas circunscripciones, donde se han presentado recursos basados en documentación fiable. El 5 de noviembre se produjeron fuertes enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes de Al Fatah que habían intentado entrar en la Zona Verde. Según fuentes médicas, los enfrentamientos dejaron dos muertos y 125 heridos. Luego, el 7 de noviembre, la residencia del primer ministro iraquí, Mustafá al Kadhimi, fue devastada por un ataque con un drone. Afortunadamente, la operación terrorista no causó víctimas, pero corrió el riesgo de sumir al país en el caos de una guerra civil, reabriendo el enfrentamiento directo entre suníes y chiíes. Desde el principio, se lanzaron acusaciones más o menos veladas sobre la paternidad del atentado contra las milicias chiíes proiraníes presentes en el país. Esta hipótesis también fue rebatida por analistas que no son sospechosos de tener simpatías pro-iraníes, como el periodista israelí Zvi Bar-el, que señaló en Haaretz que "los enfrentamientos violentos no sirven a los intereses de Teherán, que ahora intenta construir una coalición política proiraní para formar gobierno". Esto parece anular la razón de ser del intento de asesinato [del primer ministro al Kadhimi por parte de las milicias chiíes, ed], a menos que el objetivo fuera desencadenar una guerra civil o, al menos, enfrentamientos violentos a nivel nacional, que pudieran facilitar la formación de un gobierno provisional de emergencia. Pero aunque así fuera, ni las milicias, ni Irán tienen garantía alguna de que vayan a conseguir un resultado político que sirva a sus objetivos”.
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