Jartum - El golpe de Estado en Sudán que depuso violentamente al Consejo Soberano de Transición nacido en agosto de 2019, tras la llamada "primavera sudanesa", ha terminado a menos de un mes de su inicio. El domingo 21 de noviembre, el primer ministro Abdulla Hamdok, que hasta la víspera estaba bajo arresto domiciliario, anunció como hombre libre un acuerdo firmado con el general Abdel Fattah al-Burhan -jefe del ejército y líder de los golpistas- para formar un "gobierno técnico".
Se abre así una nueva etapa que devuelve la esperanza de restablecer la senda de la transición democrática desencadenada a principios de 2019 cuando, sin especial derramamiento de sangre, la "revolución sudanesa" -llevada a cabo en gran parte por mujeres y jóvenes- puso fin al régimen de Omar al-Bashir. El dictador, que llegó al poder en 1989 gracias a un golpe de Estado apoyado por el líder extremista Hassan al-Turabi, y que permaneció en el poder en Sudán durante 30 años, dejó inmediatamente claras al mundo sus intenciones autocráticas e irrespetuosas de los derechos.
Sin embargo, el acuerdo alcanzado corre el riesgo de derrumbarse inmediatamente: doce ministros del gobierno de transición, entre ellos la influyente Mariam al-Sadiq al-Mahdi, jefa del ministerio de Asuntos Exteriores e hija del famoso Sadiq al-Mahdi, han firmado su dimisión como "protesta por el acuerdo con los militares”.
Mientras tanto, miles de sudaneses, una hora después de la noticia del acuerdo, salieron a la calle para expresar su aversión al ejército, y por primera vez a Hamdok, considerado “un traidor”.
No hay mucha confianza en que Hamdok pueda reformar un nuevo ejecutivo con un 50% de civiles y que pueda resistir y superar esta fase”, dice a Fides una fuente local que prefiere el anonimato: “El hecho de que haya fracasado el intento de establecer un régimen totalmente militar, que devolvería a Sudán a la dictadura, es una buena noticia, pero quedan demasiados interrogantes sobre quién ocupará el escenario a partir de ahora”.
El mes en que se produjo el golpe, además de sus secuelas políticas, dejó un pesado legado: más de 40 muertos, un número mucho mayor de heridos y detenciones sumarias.
“Las viejas figuras que se mueven por Jartum o que hacen sentir su influencia", prosigue la fuente, "suscitan muchos temores; en el nuevo equilibrio, habrá que entender quiénes estarán dentro del gobierno".
Entre las figuras en cuestión está Salah Gosh, ex director de Seguridad Nacional, acusado de crímenes contra la humanidad y ahora exiliado en Egipto. También está la figura de Mohamed Hamdan "Hemeti", antiguo líder de los Janjaweed, formación paramilitar acusada de masacres y crímenes de guerra. También se teme el regreso de Omar al-Bashir, que está a punto de salir de la cárcel y que nunca ha dejado del todo la escena.
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