Yogyakarta - El terror y consternación han hecho acto de presencia en la comunidad católica de Indonesia después de la agresión que se sufrió ayer, 11 de febrero, durante la misa dominical en la iglesia St. Lidwina, en el distrito de Selman, cerca de la ciudad de Yogyakarta en el centro de la isla Java Central. Un perturbado mental llamado Suliyono entró en la iglesia con un arma cortante con la que logró herir a una docena de fieles y al sacerdote que celebraba la misa a las 7:30 de la mañana, el cura jesuita de origen alemán Karl-Edmund Prier. “Blandía un arma y me atacó”, aseguró Permadi, la primera víctima. También atacó a otros fieles sembrando el pánico general. El atacante incluso se acercó al altar donde agredió al sacerdote y dañó dos figuras de María y de Jesús. Un feligrés llamó a la policía que intentó negociar con él y detenerlo. Ante su negativa, fue disparado por un agente por lo que se le condujo al hospital más cercano donde también se llevó a los heridos. Poco se sabe sobre el autor, solo que reside en Banyuwangi, Java Oriental. Hay abierta una investigación policial para determinar el motivo del ataque.
“Condenamos enérgicamente los episodios violentos durante la celebración de la Eucaristía. La Eucaristía es el culmen de la vida para la Iglesia Católica. Toda la comunidad celebra la obra salvífica de Cristo mismo y experimenta el encuentro con Dios a través de la santa comunión”, se lee en una declaración escrita publicada por el padre Endra Wijayanto, jefe de la Comisión “Justicia y Paz” de la archidiócesis de Yogyakarta, recibida en la Agencia Fides. “Expresando preocupación por el incidente y nuestra cercanía a los heridos, la Iglesia local llama a la policía a “garantizar la seguridad de las iglesias” y a tomar “una postura proactiva para evitar más violencia, y promover la protección de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos de Indonesia, sin excepción”. El texto invita a “apoyar activamente los valores de la Pancasila y la Constitución de 1945, que garantiza la libertad de religión y culto y la protección de los derechos humanos a los ciudadanos de Indonesia”, y pide a los cristianos “seguir promoviendo la paz y la justicia” manteniendo “el orden social, no para crear el caos”, y asegurar que “permanezca la paz y la armonía en la nación”. En la misma región, la parroquia católica St. Paul, en el distrito de Bantul, organizó hace unos días una misión humanitaria de la ayuda y atención médica gratuita a las personas sin hogar, pero un grupo fundamentalista musulmán la bloqueó acusando a los cristianos de intento de proselitismo.
Según los observadores, atacar a cristianos y a otras minorías religiosas podría ser un fenómeno que esconda motivaciones políticas y destinado a polarizar a la sociedad con pretextos étnicos y religiosos: algunos grupos políticos, de hecho, podrían hacer un uso político de la religión y fomentar la inestabilidad para obtener ventajas políticas de cara a las elecciones administrativas, programadas para septiembre de 2018 y las elecciones presidenciales de 2019. Zeid Ra'ad al-Hussein, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, indicó que en el país “los niveles crecientes de extremismo van acompañados de incitación a la discriminación, el odio y la violencia”, y están alimentados por el “populismo y el oportunismo político”. Zeid Ra'ad al-Hussein, musulmán, advirtió de que “nubes oscuras de extremismo político e intolerancia amenazan a Indonesia”.
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