Wau - La Loyola Secondary School en Wau, en Sudán del Sur, es una escuela pero también un refugio. Es un lugar donde los niños y niñas pueden encontrar serenidad y construir el futuro más allá de la violencia y la guerra. “La calidad de la educación es un factor importante para romper el ciclo de pobreza. Nuestra esperanza es que el instituto proporcione a Sudán del Sur, líderes, hombres y mujeres del mañana, comprometidos en servir a su pueblo con integridad y justicia”, así lo ha expresado el director del instituto, el jesuita Beatus Mauki, en una nota enviada a la Agencia Fides.
La Loyola Secondary School, fundada en 1982 por la Compañía de Jesús, estuvo cerrada durante mucho tiempo debido a la guerra librada entre el norte y el sur de Sudán. Con la independencia del Sur, las actividades se reanudaron y muy pronto el número de estudiantes comenzó a aumentar. En 2013, estalló una nueva guerra civil entre las fuerzas armadas y las milicias nuer, que pronto se convirtió en una lucha entre bandos que afectó a todo el país. En los últimos cuatro años, han muerto al menos 50 mil personas, otras miles se han visto obligadas a abandonar sus casas. El 40% de los 12 millones de habitantes tiene problemas para alimentarse adecuadamente.
“La guerra civil - explica el director - ha devastado el país, extendiéndose a todas las provincias. La actividad escolar va ralentizada, aunque no se ha parado. La Loyola Secondary School, que cuenta con 580 estudiantes seguidos por 35 maestros y seis jesuitas, ha logrado crear un espacio único donde los jóvenes conviven serenamente más allá de las diferencias étnicas. La escuela les ofrece además un espacio para aspirar a alcanzar su máximo potencial y les garantiza la oportunidad de disfrutar de su juventud”.
Esto es raro en Sudán del Sur, donde más de 19 mil niños han sido reclutados por las milicias y al menos una de cada tres escuelas está dañada, destruida, ocupada o cerrada. Unicef ha documentado casi 1.200 casos de violencia sexual contra menores de edad. Además, muchos niños perdieron a sus padres y se ven obligados a cuidar de sus hermanos menores.
Conscientes de esta situación, los dirigentes de la escuela, gracias al compromiso de las estructuras misioneras de los jesuitas, han comenzado a ofrecer becas a los niños más necesitados y un desayuno nutritivo que, para algunos, es la única comida del día. Casi el 60% de los estudiantes viven en campos de refugiados y algunos de ellos son huérfanos. P. Mauki atribuye al programa de alimentación “la mejoría de las capacidades físicas y mentales de los estudiantes y el mantenimiento de rendimientos académicos por encima del promedio".
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