Tashkent – “Espero que este trigésimo aniversario nos ayude a identificar una perspectiva para el futuro, porque a pesar de las dificultades, nuestra presencia en Uzbekistán es importante. A menudo escuchamos el pasaje del Evangelio en el que Jesús nos dice que seamos la sal de este mundo, y aquí en Uzbekistán he comprendido una cosa: la sal debe añadirse con moderación a los platos, pues de lo contrario estropea el sabor. Quizá los franciscanos de Uzbekistán estemos llamados precisamente a esto: somos pocos, pero debemos dar sabor a este país”. Así lo ha afirmado el P. Jerzy Maculewicz, OFM Conv., Administrador Apostólico de Uzbekistán, durante la primera jornada del webinar “La misión de evangelización en Asia Central en tiempos de Evangelii Gaudium - Contexto, dificultades, perspectivas”, promovido por la Pontificia Unión Misional, en las Obras Misionales Pontificias.
Durante su discurso, titulado "Celebrando 30 años de presencia en Uzbekistán. Frutos y desafíos de la actividad misionera", el P. Maculewicz ha recorrido los pasos de la experiencia de los Hermanos Menores Conventuales en Uzbekistán, iniciada en 1991, en paralelo al renacimiento de la Iglesia católica en el país tras la caída de la URSS. El 30º aniversario especial se celebrará el viernes 15 de octubre en la iglesia de Tashkent, con la presencia del Ministro General de los Hermanos Menores Conventuales, el argentino Fray Carlos Alberto Trovarelli.
El padre Maculewicz señala: “La celebración de los treinta años de presencia franciscana en Uzbekistán nos plantea un reto: la Provincia polaca de los Hermanos Menores Conventuales, responsable de esta misión, tiene pocas vocaciones actualmente. Esto nos ha obligado a dejar las parroquias de Urgench y Samarcanda y a confiarlas a religiosos de otros institutos o a sacerdotes diocesanos. Estamos buscando otras provincias franciscanas en el mundo que puedan ayudarnos y tal vez en el futuro, asumir también la responsabilidad de esta administración. Recordamos que el Papa nos ha pedido a los franciscanos que continuemos nuestra labor pastoral y apostólica en este país”.
El primer franciscano que llegó a Uzbekistán en 1991 fue el padre Krzysztof Kukułka. En aquella época, como recuerda el P. Maculewicz, sólo había una parroquia, en Fergana, y se estaba formando una comunidad en Tashkent: estas realidades las siguió el P. Kukułka en solitario hasta 1993. En ese año, la llegada de un segundo hermano marcó también el nacimiento de una comunidad en Samarcanda: “En aquella época -recuerda- ser misionero era como vivir en la época de los primeros apóstoles: se empezaba con muy poca gente y había que ocuparse de todo, desde el trabajo pastoral con la gente hasta la construcción, la búsqueda de materiales y trabajadores para poder dar una estructura física a las primeras comunidades”.
Los difíciles años de los pioneros fueron recompensados con una gran alegría: en 1997, con la llegada de cuatro nuevos misioneros franciscanos, la Missio sui iuris fue erigida por Juan Pablo II. En 2000, la iglesia de Tashkent fue consagrada en presencia del Nuncio Apostólico. El 1 de abril de 2005, la víspera de su muerte, Juan Pablo II instituyó la Administración Apostólica, confiando su dirección al padre Jerzy Maculewicz.
Durante este periodo, comenzó a desarrollarse en el país una labor pastoral en varias lenguas. El padre Maculewicz explica: “Necesitábamos realizar nuestras actividades en ruso para la población local, en inglés para los diplomáticos y empresarios, en coreano para los numerosos empleados de empresas surcoreanas presentes en Uzbekistán, y en polaco debido a la presencia de muchas personas de esa nacionalidad deportadas por los soviéticos. A lo largo de los años, esta variedad cultural ha sido una gran riqueza, pero también un freno al crecimiento de nuestra comunidad: son muchos los católicos que abandonan el país para volver a su tierra natal, principalmente por la falta de trabajo. Así que, por un lado, tenemos nuevos creyentes cada año y, por otro, mucha gente nos deja, pero nos alegra seguir en contacto con ellos y saber que en los lugares donde van a vivir siguen siendo parte activa de la Iglesia: esto también es fruto de nuestro trabajo”.
En la actualidad, la pequeña comunidad católica uzbeka de unos 3.000 bautizados cuenta con cinco parroquias en todo el país. Además de unos 700 fieles en Tashkent, hay otras en Samarcanda, Bujara, Urgench y Fergana. En Angren, donde se proyecta construir una nueva iglesia, hay 25 fieles. En 2012, se ordenó el primer sacerdote local, mientras que otros dos uzbekos están en camino al sacerdocio en el seminario franciscano de Cracovia.
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