El Obeid - “La vida ahora en Sudán es muy dura, estamos sobreviviendo de milagro. Todo es muy caro, el transporte, la comida… la gente no tiene ni para pan. Es una situación insostenible para la población y la ayuda de la Comunidad Internacional llega solo a unos pocos, mientras que muchos se quedan sin ella”. En una entrevista con la Agencia Fides, monseñor Yunan Tombe Trille, obispo de El Obeid y presidente de la Conferencia Episcopal de Sudán y Sudán del Sur, ofrece la fotografía un momento muy delicado para su país tras un período de gran esperanza por el fin de la dictadura de Omar Hasan Ahmad al- Bashīr en abril de 2019 y el comienzo de una transición democrática.
El obispo explica que “la gente está dividida entre quienes quieren que el gobierno de transición con ministros civiles siga adelante y no se traicionen los principios de las manifestaciones de hace más de dos años; y quienes, en cambio, apoyan la toma total del poder por parte de los militares que, según ellos, son los únicos que pueden resolver la profunda crisis política y asegurar el pan. Desde hace algún tiempo no hay reuniones entre civiles y militares en el gobierno y podemos decir que el ejecutivo actualmente no es operativo. Mientras tanto, los delitos han alcanzado un nivel nunca visto en la historia, quizás debido al hambre que tanta gente está experimentando. Naturalmente, detrás de esos sectores de la población que piden un golpe de Estado y que el poder vuelva completamente a manos de los militares, hay grupos de presión vinculados a los círculos del ejército”.
Monseñor Yunan Tombe Trille continúa aclarando que no hay que olvidar “que al-Bashir sigue maniobrando entre bastidores también porque su gente es parte de la coalición. Es muy difícil predecir lo que pasará en el futuro inmediato y no quiero repetir lo que he dicho muchas veces, es decir, que no creo en sus promesas. Es posible que haya un nuevo golpe de Estado de parte de los militares. Nunca le he dado crédito a las promesas de quienes nos han gobernado en los últimos 60 años porque, si nos paramos a pensar, veremos que solo han traído más problemas”.
La Iglesia, durante mucho tiempo obligada a vivir en completa dificultad en un régimen dictatorial con un marcado sello islámico, ahora tiene menos problemas, pero teme un futuro incierto.
“Es un momento muy difícil para todos. Puedo decir que para la Iglesia es un período de relativa calma, una especie de descanso después de años hostilidad contra nuestra actividad cerrando iglesias, confiscándonos edificios, dificultando nuestra obra… Creo que la actitud hacia la Iglesia no ha cambiado mucho, aunque sí el lenguaje con palabras más dulces. Pese a esta tranquilidad, no podemos hablar de un verdadero cambio”.
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