Port Moresby – “El uso de la mascarilla como medio de protección contra el Coronavirus es esencial, aunque sea muy incómodo llevarla durante tanto tiempo en el día. Sirve para protegerme a mí mismo y a los demás”, dijo el padre Edward Revilla, misionero de la SDB, que actualmente sirve en el Santuario de María Auxiliadora en Boroko.
Hasta la fecha, el COVID-19 ha provocado destrucción y muerte en todo el mundo. El descubrimiento de la vacuna y su lanzamiento en Papúa Nueva Guinea no han sido aceptados en el país. Dado que la inmunidad de rebaño aún está muy lejos, deben aplicarse los protocolos básicos, dice la nota de la Secretaría de Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón enviada a la Agencia Fides.
“Estoy en primera línea y al servicio de nuestro pueblo. Todos los fieles llevan mascarillas cuando vienen a verme”, continua explicando el sacerdote de 84 años. Los días del padre Revillla se dividen entre los encuentros con los estudiantes, las confesiones de los fieles en la parroquia de San José de Boroko, y toda la mañana del domingo en el Santuario de María Auxiliadora. Durante todo este tiempo está constantemente en contacto, escuchando y rezando, con la gente.
“Creo que la vacuna es por el bien de todos”, explica el padre Revilla, que está esperando la segunda dosis. El sacerdote afirma que le preocupaba que muchas personas no siguieran los protocolos y también la mutación del virus, que con la variante delta, descubierta en la India, se ha extendido por todo el mundo y ahora está presente en unos 80 países.
P. Revilla ha pasado varios años en Papúa Nueva Guinea, en Rabaul, Kumgi y ahora en Port Moresby, siempre al servicio de los fieles católicos.
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