Diman - El pueblo libanés, hambriento y doblegado por la crisis, parece un rebaño sin pastor. Pero a pesar del estado de postración en que se encuentra, debido también a la manifiesta ineptitud de sus dirigentes políticos, siempre se puede contar con la intercesión de San Charbel, en la confianza de que “no dejará que el Líbano se derrumbe”. Así es como el Cardenal Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas, ha rezado al Santo de las “causas imposibles” venerado en el País de los Cedros encomendándole el destino del Líbano, que atraviesa un momento difícil en el que las urgencias políticas, sociales y económicas se multiplican y entrecruzan como diferentes síntomas de una gran crisis de identidad.
El Patriarca maronita, en la homilía de la misa celebrada el domingo 18 de julio en Diman, ha realizado muchas referencias a la actual fase política, abierta en el Líbano después de que el primer ministro designado Saad Hariri haya renunciado a formar gobierno, tras meses de idas y venidas . La primera necesidad urgente que hay que abordar sin demora –ha subrayado el cardenal- es la de encontrar un representante político suní al que confiar la formación de un nuevo gobierno, tras la renuncia de Hariri . El Patriarca ha insistido en que el país no se está enfrentando a una crisis gubernamental normal, sino a una crisis nacional que, para ser abordada y superada, requiere el esfuerzo de todos, así como el apoyo de “países amigos”. Sólo siguiendo este camino será posible reconstruir el marco de una “coexistencia en medio de las diferencias” que es el sello de la identidad libanesa, y que al mismo tiempo representa también la contribución más valiosa que el País de los Cedros puede ofrecer a los pueblos de Oriente Medio, una región en la que las fuertes identidades culturales y religiosas corren siempre el riesgo de ser absorbidas y explotadas en los conflictos sectarios. “Sin un gobierno fuerte y reconocido internacionalmente – ha subrayado el Patriarca -, no llegaremos a ninguna parte. Sin gobierno, no se puede poner freno a la corrupción rampante y a la arbitrariedad de los clanes de poder. Sin un gobierno, seguirán prevaleciendo la inmunidad, la connivencia y el encubrimiento que siguen saboteando las investigaciones sobre la responsabilidad de las explosiones que devastaron el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020. Sin un gobierno, también desaparecerá la necesidad urgente de controlar y revisar el trabajo del Banco Central del Líbano, así como la necesidad de crear sistemas adecuados para contrarrestar el despilfarro y el saqueo sistemático de los recursos públicos”.
Precisamente el inmovilismo de las fuerzas políticas y la parálisis de las instituciones libanesas –ha continuado explicando el cardenal Raï -, confirman cada día más que sólo se puede intentar salir de la crisis convocando una conferencia internacional sobre el Líbano bajo la égida de la ONU, que proporcionaría de algún modo una especie de anclaje internacional para la ‘neutralidad’ libanesa. Cada día, la clase política local demuestra su incapacidad para asumir sus responsabilidades ante la crisis. “Este grupo de políticos –ha subrayado el patriarca- es incapaz de resolver cuestiones sencillas de la vida cotidiana, como las basuras, la electricidad, los alimentos, los medicamentos y las incineradoras. Son incapaces de luchar contra la corrupción, de facilitar el trabajo del poder judicial, de regular la práctica de los ministerios y las administraciones, de cerrar las rutas del contrabando”.
En medio de todo esto, los cristianos libaneses conmemoraron el domingo 18 de junio al santo taumaturgo Charbel Makhluf , monje de la orden maronita libanesa, cuyos restos mortales se veneran en el Líbano, en el monasterio de San Marón de Annaya, en una urna de cedro. “Creemos que San Charbel no dejará que el Líbano se derrumbe. A él le confiamos nuestra patria y nuestro pueblo”, ha dicho el patriarca maronita al concluir su homilía.
Innumerables curaciones de cristianos y musulmanes, tanto corporales como espirituales, están vinculadas a la intercesión de San Charbel en el Líbano y en todo el mundo. Los fenómenos prodigiosos empezaron a producirse post mortem, entre los que rezaban alrededor de la tumba del monje.
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