Kampala - Uganda vive un segundo bloqueo. Tras el primer cierre total en la primavera de 2020, el gobierno ha ordenado una nueva cuarentena. Oficialmente, las autoridades sanitarias de Kampala declaran más de 88 mil casos de positividad y más de 2.200 muertes. “La realidad es más compleja”, explica a la Agencia Fides Dominique Atim Corti, médico y presidente de la Fundación Corti, la organización que sostiene el Hospital de Lacor en la diócesis de Gulu, en el norte del país. La población ugandesa es muy joven y por tanto el virus ataca con menos fuerza. Dicho esto, vemos casos de niños que caen enfermos. Algunos mueren. No sabemos si mueren sólo a causa del coronavirus o también como resultado de otras enfermedades. Esto confirma que Covid está presente y se está extendiendo. Hasta hace unos meses, la gente de a pie no se preocupaba por la nueva enfermedad y la descartaba como una enfermedad occidental. Sin embargo, en las últimas semanas la situación está cambiando. “La gente está viendo morir a sus padres ancianos, pero también a algunos jóvenes”, continúa Dominique Corti, “se dan cuenta de que el virus está entre ellos y empiezan a preocuparse”.
El bloqueo también está afectando a la economía. El transporte se ha detenido. Sólo un tercio de los empleados trabajan en oficinas. Se han prohibido las actividades comerciales informales. “Está claro que este bloqueo de actividades tiene un profundo efecto en la actividad económica”, afirma Dominique Corti, “las personas que viven de las actividades informales se encuentran sin fuentes de ingresos. Pero incluso los que tienen ingresos tienen dificultades. A menudo se trata de salarios bajos, con los que es difícil mantener a una familia”.
No es fácil encontrar medicamentos y a menudo son caros. “Muchos enfermos renuncian al tratamiento para no cargar a sus familias con deudas”, continúa Dominique Corti. “En el hogar, el contagio es fácil. Los espacios son reducidos y la gente se ve obligada a vivir cerca unos de otros”.
Frente a esta pandemia, el sistema sanitario tiene dificultades. Los hospitales públicos carecen de todo. Los pacientes tienen que conseguir medicamentos, vendas, hilo de sutura, etc. si quieren ser operados. Esto no ocurre en los hospitales privados, pero las tarifas son elevadas e inalcanzables para el ciudadano de a pie. “En el hospital de Lacor - explica Dominique Corti -, la situación es compleja. Hemos tenido que poner el equipo de oxígeno en funcionamiento continuo, pero sólo lo enviamos a la sala Covid. Para los demás pacientes, hemos tenido que volver a poner en marcha los concentradores que producen un oxígeno menos concentrado, pero suficiente. También hay dificultades con la falta de medicinas”.
Las vacunas son raras. Tras la llegada de una primera reserva gracias a Covax, Kampala se encuentra en escasez de vacunas: “El peligro ahora es que la enfermedad se extienda masivamente”, concluye Dominique, “pueden surgir variantes resistentes a los medicamentos y a las vacunas. Como médico, sólo puedo hacer un llamamiento: Europa y América deberían enviar dosis de vacunas aquí. Tratar el Covid en África significa evitar que se extienda al resto del mundo”.
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