Caracas – “Un mensaje de esperanza en el amor de Dios y de compromiso personal y comunitario para la refundación de nuestro país, en medio de tantas calamidades y sufrimientos que nos aquejan” ha sido lanzado por los obispos de Venezuela, “como pastores y hermanos”, al finalizar su Asamblea Ordinaria Plenaria. La Exhortación Pastoral, titulada “Todo reino que se divide corre a la ruina” , presenta la situación actual del país, que se encuentra sumergido en una profunda crisis denunciada repetidamente por los obispos. En el primer puesto se sitúa la pandemia de Covid-19, la crisis de las estructuras sanitarias, la falta de un serio plan de vacunación: “No se puede jugar con el derecho sagrado a la salud” afirman en el texto, pidiendo al gobierno que dote a los hospitales de lo necesario para asistir a los enfermos y que se implemente “una auténtica y seria política de vacunación para toda la población”.
Desde algunos años, y actualmente con la pandemia del COVID 19, el sistema educativo está muy afectado, como el salario insuficiente de los profesores o la didáctica por Internet que es una ilusión, pues, menos del 20% de las familias tienen acceso a este servicio. “Las políticas educativas deben mirar a crear un Pacto Educativo Global, que involucre a todos, que ponga sobre la mesa el tema de la educación no solo en el ámbito docente y familiar sino también en el ámbito gubernamental” subraya la Exhortación.
Los obispos reiteran también la condena de la situación de violencia que en los últimos días ha ocurrido en la ciudad capital, provocada por grupos armados irregulares y bandas criminales, que también tienen presencia en el resto del país. Y expresan su solidaridad con las víctimas, exhortando a las instituciones del Estado a “no violentar el principio de la centralidad y dignidad humana, por lo que hay que anteponer la seguridad personal de los ciudadanos por encima de cualquier otro interés”. En este sentido repiten la denuncia de las violaciones a los derechos humanos que han sufrido y sufren personas e instituciones en Venezuela, y piden a las autoridades competentes, “que cumplan su misión como lo propone la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, exigiendo que resguarden “la integridad física y la liberación inmediata de los miembros de Fundaredes y de todas las organizaciones que velan y luchan por los derechos de todos los venezolanos”.
Los obispos ponen en guardia a los miembros de la Asamblea Nacional y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, del “peligro real de imponer la llamada ‘ideología del género’” que “contradice la verdad científica y el sentido común... Es una colonización ideológica que procede de grandes intereses económicos”. Y luego definen como “preocupante la progresiva división que existe entre los diversos actores políticos del país y su desconexión con los problemas del pueblo. Tanto en el gobierno como en la oposición se producen fuertes antagonismos basados en ambiciones personales, sectarismos y ansias de poder”. Las elecciones “son una excelente oportunidad para fortalecer liderazgos locales y regionales y para que los aspirantes vean allí una ocasión para servir a nuestros conciudadanos y promover el bien común”.
En la segunda parte de su Exhortación, los obispos apelan a la solidaridad y a la comunión para resolver los conflictos y salir de esta preocupante situación: “solo si unimos esfuerzos y voluntades podremos sacar al país adelante. Es urgente que cada uno de nosotros, como personas y como pueblo, contribuyamos a la reconstrucción de nuestro país”. Para lograr dicho objetivo, es necesario que se de “una verdadera participación de todos los ciudadanos en la refundación de nuestra nación”. “Nunca podremos alcanzar la meta del bien común para nuestro país y, especialmente, nunca podremos erradicar la pobreza y la miseria material y moral de nuestro pueblo, si no unimos esfuerzos y caminamos todos juntos hacia un objetivo común que implique la liberación y el desarrollo humano integral del pueblo”. Citando al Papa Francisco, los obispos afirman: “La Sinodalidad es un aporte importante que la Iglesia da a nuestro país, invitando a caminar juntos. Todos debemos acompañar a nuestro pueblo en la búsqueda de las formas más auténticas de desarrollo”.
“Dios en estos momentos nos llama a la solidaridad – concluyen -, que implica escuchar el grito angustioso y esperanzador de los pobres, analizar la situación y promover la organización comunitaria, social y política para luchar contra las causas estructurales de la pobreza”.
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