Montevideo - El camino del diálogo judeo-cristiano en Uruguay cumple 60 años. Es un camino convalidado por el 60º aniversario de la fundación de la Confraternidad Judeo-Cristiana del Uruguay , la primera fundada en el continente latinoamericano, que hoy reafirma su compromiso “con la construcción de mejores sociedades en países polarizados”. Así lo explica a la Agencia Fides el rabino Daniel Dolinsky, copresidente de la CJCU, junto con el pastor luterano Jerónimo Granados, y el obispo católico de San José de Mayo, mons. Arturo Fajardo.
“Hoy hacemos proyectos, hay un intercambio de experiencias y nos fortalecemos recíprocamente. Queremos hacer de las fraternidades latinoamericanas instrumentos de solidaridad y construcción de ciudadanía, y no sólo de fraternidad entre nosotros. Esta es una necesidad, en sociedades muy polarizadas, donde el espacio para los moderados es cada vez más estrecho y donde se consolida el extremismo. En un país, como Uruguay, donde el laicismo exacerbado se ha convertido en una religión estatal que quiere relegar la manifestación de la fe a la esfera privada; otro reto de la CJCU es elevar la espiritualidad y el peso específico de las religiones en la sociedad mediante la promoción del diálogo entre los creyentes”, comentó el rabino Dolinsky acerca de la madurez alcanzada.
El pastor Granados ilustra dos grandes momentos de la maduración del diálogo judeo-cristiano: “En 1948, inmediatamente después del Holocausto y de la Segunda Guerra Mundial, judíos y cristianos se reunieron aquí para comprender lo que había sucedido, y la coexistencia dio un salto cualitativo. En 2009 se revisaron los puntos elaborados en 1948 y se completó la visión”. En América Latina, el primer CJC nació en Montevideo, donde vive una comunidad judía numerosa, en 1958, gracias al trabajo del rabino Fritz Winter, de don Justo Asiaín y del pastor Emilio Castro, poco antes del Concilio Vaticano II.
Granados añadió que: “La ECJ hoy mantiene la misión de diálogo constante, de reparación y prevención de prejuicios, y de construcción de puentes de comunicación”, sin influencias ideológicas ni políticas y dando cabida a judíos, católicos y protestantes. Según monseñor Fajardo, el diálogo entre las religiones "contribuye a la paz y disuade al fundamentalismo. Todavía queda mucho por hacer para entusiasmar a los jóvenes y a los demás a dialogar”, concluyó el Obispo.
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