Kinshasa - La Iglesia en República Democrática del Congo es una de las instituciones más fiables dedicadas a la educación, la salud y la caridad. Hay muchos observadores locales e internacionales que reconocen su presencia, incluso en las zonas más remotas de la República: “Allí donde el Estado está ausente, la Iglesia está presente y donde la Iglesia está ausente, al Estado ni se le intuye”, declara a Fides el padre Simon-Pierre Kakiau, misionero congoleño de la Sociedad de Misiones Africanas.
“La Iglesia es vista como un signo de esperanza para este pueblo profundamente herido; se concibe como el lugar de liberación de un pasado doloroso y la esperanza de un pueblo, -no solo afectado por el hambre y las enfermedades endémicas-, sino también bajo la sombra del totalitarismo y el imperialismo occidental, americano y chino”, denuncia el padre Kakiau.
El misionero destaca “el compromiso de la Iglesia con el futuro de los jóvenes congoleños, especialmente en el campo de la educación y el acompañamiento moral y espiritual”. Hablando sobre el sistema educativo del país, el sacerdote lo define como “casi irreal, y no solo porque está reservado para unos pocos, sino porque es una prerrogativa de las familias ricas. Los niños pobres son categóricamente excluidos. No existe una política claramente definida que permita a todos, niños y jóvenes, acceder a los estudios. Sin embargo, el sistema educativo diseñado y llevado a cabo por los misioneros sí ha permitido la educación de los más pobres”.
“La mayoría de nuestros líderes son el resultado de este sistema”, explica el padre Simon-Pierre. “Después de la crisis sociopolítica de la década de los 90, la reapertura de las escuelas no formaba parte de los programas estatales y la educación siempre ha estado a cargo de las familias. Yo me pregunto: si la Iglesia no hubiera intervenido, ¿dónde nos estaríamos ahora? Las familias, muchas sumidas en el desempleo, no tienen ingresos para mantener a sus hijos estudiando. Los niños viven una infancia de violencia y no tienen acceso a la educación”, añade el misionero. Las estadísticas de 2015 revelan que 3 de cada 10 niños no terminan la escuela primaria. El 30% abandonan la escuela en los primeros años y el 20% durante los años de escuela primaria y secundaria. Muchos abandonan la escuela por falta de recursos. El mismo personal docente, que recibe un salario ínfimo del estado, no puede ni sobrevivir.
“Para superar este déficit educativo y proporcionar acceso a una educación de calidad para niños y jóvenes, las comunidades religiosas y las parroquias se han puesto manos a la obra. En cada parroquia de la archidiócesis de Kinshasa hay un jardín de infancia, una escuela primaria y una escuela secundaria. La Conferencia Episcopal del Congo invierte con importantes recursos en la universidad católica del país. “Además de las aportaciones que la Universidad recibe desde el exterior, la CENCO cada segundo domingo de Cuaresma convoca una colecta especial en todas las parroquias. Se ha comprometido a buscar becas para todos los niveles de educación y proporcionar así a los niños y jóvenes vulnerables un futuro mejor”, explica el padre Kakiau.
“Las congregaciones religiosas se ocupan de la educación de muchos niños y jóvenes. Han creado centros de formación profesional en toda la República. Además, para las madres solteras y jóvenes vulnerables se ofrecen cursos de corte y confección, de peluquería, de carpintería, de mecánica, etc. Estos jóvenes recuperan su dignidad y se sienten útiles para la sociedad”, destaca el misionero. Y agrega: “Si la calidad de la educación en la República Democrática del Congo ha mejorado hoy en gran parte es gracias a la Iglesia. Las estadísticas demuestran que la tasa de alfabetización aumentó del 66,4% al 82,2% entre 2005 y 2012. A pesar de la actual crisis pre electoral, que tiene graves consecuencias socioeconómicas, la Iglesia reafirma su opción preferencial por los servicios educativos dirigidos a personas sin recursos para devolver a los jóvenes un futuro que otros han hipotecado”.
Publicar un comentario