Fianarantsoa - Plantar árboles y apoyar el cuidado de la Creación para dar un futuro a Madagascar. Este es el objetivo del proyecto de reforestación y formación en economía sostenible implementado en Ikalamavony y Solila por la diócesis de Fianarantsoa, organizado por “Fe y Alegría”, -una organización nacida en los años cincuenta para promover la educación según la tradición ignaciana-, junto con “Magis”, la ONG de los jesuitas italianos.
Madagascar es una isla con un vasto patrimonio forestal. Se separó del continente africano hace 140 millones de años y de la India hace 80 millones de años, por lo que las especies que habitan en ella han evolucionado en paralelo con las del continente y se han diferenciado de ellas de forma gradual. La tasa de endemismo resultante de este aislamiento es cercana al 85% lo que hace que la mayoría de las especies de animales y plantas sean únicas en el mundo. La mayoría de las especies que viven en ambientes forestales están amenazadas. Cada año, las áreas forestales se reducen en veinte mil hectáreas. Algunos científicos estiman que tres cuartas partes del bosque que una vez ocupó la isla ahora ha desaparecido.
Algunas prácticas agrícolas tradicionales son también responsables de esta deforestación. Para cultivar los malgaches practican el “tavy”, una técnica agrícola para la que talan y queman árboles para ganar espacio para la siembra. Sin embargo, la tierra obtenida de esta forma solo se puede cultivar por un tiempo limitado y los agricultores se ven obligados a trasladarse a otro lugar para encontrar otras tierras que cultivar a través de la deforestación. A estas costumbres se suma el tráfico de maderas valiosas, favorecido por la corrupción y la progresiva desertificación vinculada al cambio climático.
Para hacer frente a estos fenómenos, en el espíritu de la encíclica Laudato Si', la diócesis de Fianarantsoa ha puesto en marcha un proyecto de reforestación en Ikalamavony y Solila, en una zona donde los bosques se reducen cada vez más. La iniciativa combina acción sobre el terreno y formación en las aulas. Se prevé que los estudiantes de tres escuelas piloto siembren unos 700 árboles de mangos, naranjas y eucaliptos. Plantas que pueden ofrecer fruta y madera y que, a su vez, pueden ser consumidas localmente o vendidas, dando lugar así a un círculo económico virtuoso. Al mismo tiempo, los 370 estudiantes recibirán formación en temas ecológicos en línea con las enseñanzas de la encíclica Laudato Si'.
“En enero y febrero, -explica el padre Emile Ranaivoarisoa, un jesuita que trabaja en la región -, las intensas lluvias nos han obligado a frenar el proyecto. Ahora lo hemos retomado. La reforestación comenzó a fines de 2017 y durará tres años en los que esperamos tener éxito en la difusión de una conciencia ecológica entre los niños. Queremos transmitir algo más que un mero ambientalismo, queremos que los niños comprendan que el cuidado de Creación puede representar un crecimiento económico y humano. Porque la protección del medio ambiente es una forma de respeto, no solo de la naturaleza, sino también de Dios y del hombre que vive en ella”.
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