Ciudad del Vaticano – “Observando de cerca la influencia de esta Obra desde sus orígenes hasta hoy, algunos se sorprenden y se preguntan cuáles fueron los rasgos de carácter más importantes que permitieron a Jeanne Bigard fundar y llevar a cabo una Obra tan importante y vital para la supervivencia de la Iglesia aún hoy en día”: así lo escribe en un mensaje enviado a la Agencia Fides, el p. Guy Bognon, Secretario General de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol , recordando la figura de la fundadora, de la que este 28 de abril se ha celebrado el 87° aniversario de su llegada al cielo.
“En primer lugar, hay que reconocer que, debido a su familia y a la educación que recibió de su madre Estefanía, - señala el p. Bognon - Jeanne Bigard, nacida en Normandía en una familia acomodada, era una persona corriente como muchas otras, pero también era una cristiana convencida. Profundamente piadosa y animada por un vivo entusiasmo por la vida espiritual, alimentó un amor apasionado por la Iglesia que la hizo capaz de afrontar cualquier obstáculo para defender su servicio. Como mujer bautizada, se sintió responsable de las necesidades de la Iglesia, sobre todo en aquella época de descubrimiento y evangelización de nuevos territorios por parte de los misioneros europeos La urgencia era apoyar la misión de estos apóstoles del Evangelio con oración, sacrificio y ofrendas”.
Jeanne Bigard, estaba animada por una gran generosidad combinada con un radical espíritu de sacrificio: “Junto con su madre, sacrificó sus bienes materiales y su propia vida para ponerse a disposición de los misioneros de la Iglesia. A pesar de sus nobles orígenes y de su nombre, eligió llevar una vida modesta y pobre para ahorrar recursos y dedicarse de la mejor manera posible a las necesidades de los misioneros. Como consideraba inútiles las riquezas, se despojó de todo en favor de la Obra que había fundado”, explica el Secretario de la POSPA.
“Este espíritu de sacrificio, que era en ella como una virtud natural que se desplegaba sin ningún esfuerzo particular, le daba una tenacidad y una perseverancia insuperables en sus decisiones y acciones. Ante una acción que debía emprender, Jeanne Bigard no se dejaba influir por nada. Por esta razón, la apodaron cariñosamente ‘cabeza dura’. A pesar de su frágil salud, Jeanne estaba dotada de una voluntad fuerte y firme, respaldada por un dinamismo y un espíritu de lucha que desafiaba cualquier prueba”, continúa el p. Bognon.
Sobre el temperamento de la Bigard, dice: “Se volvía incluso intratable, cuando quienes conocían bien la Obra que ella había fundado y se habían beneficiado de ella, no mostraban ningún deseo de darla a conocer o incluso desfiguraban su imagen explicándola muy mal a quienes les rodeaban”, recordando que la Obra estaba debidamente aprobada por el Santo Padre y por un gran número de obispos con el objetivo de formar un clero autóctono en las Misiones”.
“Hija de un magistrado y asistida por su madre, que era hija de un notario - prosigue el p. Bognon - , Jeanne era muy astuta en los negocios. Gracias a una sólida mentalidad organizativa y a un innato sentido práctico, dirigió su Obra con destreza y perspicacia. Con este método ha superado muchos obstáculos y dificultades, y sin duda a ello debe la Obra de San Pedro Apóstol su actual condición de Obra Pontificia”, revela el Secretario de la POSPA.
Más allá de sus rasgos de carácter, Jeanne Bigard, al igual que su madre, estaba animada y guiada “por una fe sólida como una roca, una pasión sin límites por la Iglesia”. “Jeanne vivía lo que creía y creía lo que vivía. Para ella, Dios no era una realidad abstracta, lejana e inaccesible, sino un ser concreto, un Padre cercano que se inmiscuye en nuestra vida cotidiana y camina junto a quienes aceptan hacer su voluntad. Estaba convencida de haber recibido de Él la llamada a dedicarse al clero indígena en los territorios de misión. En la carta escrita por monseñor Cousin pidiendo ayuda para fundar un seminario en Japón, Jeanne, que ya se planteaba su vocación y el sentido que debía dar a su vida, descubrió enseguida un signo concreto del Señor, una llamada a un apostolado al que dedicarse, el de ser madre de una multitud de sacerdotes”.
Teniendo clara esta vocación, Jeanne se comprometió a ella “con todo su ser, con toda su alma, con toda su vida”, dice el Secretario de la POSPA. Y concluye: “Querer lo que Dios quiere es la única libertad que conduce a la verdadera felicidad. Que la intercesión de Jeanne Bigard, que tanto se dedicó a Dios y a su Iglesia, ilumine a los jóvenes de hoy que buscan un punto de referencia y comprender la voluntad de Dios para sus vidas, inspirándoles valor y fuerza para comprometerse sin reservas al servicio de la Obra de Salvación de la humanidad”.
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