Freetown – “La Iglesia ha desempeñado un papel fundamental en la consolidación de la paz y la democracia, incluso durante la guerra. Los cristianos estuvieron en primera línea, junto con los líderes de otras religiones, a través del Consejo Interreligioso, para llevar a las facciones a los acuerdos de Lomé y a emprender un camino de rehabilitación para los ex combatientes. En las cuatro diócesis existen comisiones de Justicia y Paz, órganos útiles para ayudar y supervisar las acciones del gobierno a todos los niveles y reforzar el proceso de reconciliación. El pasado mes de diciembre, el arzobispo de Freetown, Edward Tamba Charles, fue elegido por unanimidad presidente del Consejo Interreligioso de Sierra Leona, un acontecimiento que hará comprometerse aún más a la Iglesia católica en el camino hacia la paz en nuestro país”: así explica a la Agencia Fides, el padre Paul Morana Sandi, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Gambia y Sierra Leona, el lento camino de renacimiento de un país devastado por un conflicto interno. De hecho, hace 30 años estalló un terrible conflicto civil en Sierra Leona, que durante más de una década ha sido testigo de algunos de los peores crímenes de la historia. Miles de muertos, violencia reiterada, mutilaciones, saqueos y masacres estuvieron a la orden del día durante años, mientras el triste fenómeno de los niños soldados aumentaba exponencialmente.
El padre Paul Morana Sandi también ha comentado el papel de los cristianos y las perspectivas de futuro del país: “Hemos intentado por todos los medios dejar atrás ese terrible periodo y promover la paz. Podemos decir que ahora hemos llegado a una relativa paz y a una cierta estabilidad en el país. Esperamos que podamos seguir en esta línea después de tantos años de violencia. Somos toda una generación que ha salido de la guerra y de su horrible retórica. Creo que todos nos hemos convertido en ciudadanos más responsables y seguimos trabajando con la comunidad internacional para salir definitivamente de una lógica de conflicto y tomar el camino del desarrollo”.
En los últimos años, Sierra Leona ha tenido que enfrentarse a muchos problemas, además del conflicto. La propagación del ébola, ahora la pandemia y un nivel de pobreza severo del que le cuesta salir: a pesar de ser un país rico en recursos, tiene la renta per cápita más baja del mundo y en el Índice de Desarrollo Humano, la clasificación que da fe del nivel de progreso en desarrollo humano, ocupa el puesto 182 de 189 países.
“Somos una democracia frágil, minada por muchos años de inestabilidad. Debemos trabajar para tratar de fortalecer las instituciones que representan al pueblo, restablecer la plenitud de derechos y promover la igualdad para que todos los ciudadanos puedan sentirse protegidos. Nuestra economía es muy inestable, con una enorme tasa de inflación y una pobreza creciente: tenemos dificultades para garantizar las necesidades mínimas como el agua, la electricidad, la sanidad, la misma escuela lucha por despegar, nos gustaría al menos alcanzar un nivel de decencia.
Por desgracia, existen divisiones étnicas, regionales y políticas que socavan nuestra cohesión nacional. Pero también hay esfuerzos del gobierno y de los líderes religiosos para superarlos y llegar a una Sierra Leona que nos represente dignamente ante el mundo. Siempre tendremos diferencias entre nosotros, pero deben enriquecernos, una tribu, una región, enriquece a la otra. Como sacerdotes tenemos un mandato mayor para superar nuestras diferencias políticas que nos frenan a la hora de afrontar los grandes retos que tenemos por delante. Tenemos matrimonios mixtos entre tribus o religiones , seguimos a los mismos equipos deportivos, tenemos idénticos intereses y esperanzas, no entendemos por qué tenemos que mantener esas ideologías que siguen dando lugar a la violencia”.
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