Butare – “Cuando fui nombrado obispo, en 1997, acababan de pasar tres años desde el genocidio y el país estaba realmente devastado: ruinas por todas partes, casas destruidas, muchas familias afectadas por el asesinato o la violencia y muchas personas huyeron de Ruanda. Había muchos huérfanos, algunos de ellos de tierna edad, y en los corazones de la población había mucha rabia. Era necesario empezar de cero. La Iglesia estaba saliendo de una grave situación y también había perdido tres obispos, dos asesinados y uno desaparecido, así como muchos sacerdotes y religiosos. Nos pusimos al lado de la gente para ayudar a la recuperación del país, nuestro trabajo desde el principio fue unir, reconciliar, aunque fuera muy difícil, muchos no tenían fuerzas para venir”. Han pasado 27 años desde los cien terribles días de locura genocida que envolvieron a Ruanda, sumiéndola en el torbellino del horror. Mons. Philippe Rukamba, Obispo de Butare y Presidente de la Conferencia Episcopal de Ruanda, reconstruye aquel dramático abril en una entrevista con la Agencia Fides, explicando qué ha cambiado desde entonces y cuál es el papel de la Iglesia en la transición hacia una era definitiva de paz.
“Lo más importante – cuenta -, era tratar de reconciliar a las familias de las víctimas con los autores de las masacres, y eso se podía hacer con la reflexión y tratando de entender primero lo que había pasado”. Nuestra Comisión de Justicia y Paz pidió ayuda a algunos países que habían vivido periodos de gran tensión étnica o religiosa, como Sudáfrica e Irlanda del Norte, y que habían salido de ellos mediante un complejo proceso de reconciliación. Esto desencadenó un proceso muy útil que nos ayudó a entender el corazón de la gente”. “Poco a poco la situación ha mejorado en el país y como Iglesia hemos tratado de apoyar al Estado poniéndonos también a su disposición para pedir justicia contra los sacerdotes o religiosos que se han convertido en protagonistas de delitos”, señala el obispo.
La Iglesia católica también se vio desbordada por la furia asesina de aquellos días, perdió a muchos de sus representantes que se opusieron a la violencia pero que también ayudaron a fomentarla.
“Al principio se acusó a la Iglesia de haber ‘preparado’ de algún modo el genocidio. Algunos sacerdotes y religiosos tomaron parte activa, hay uno, por ejemplo, juzgado en La Haya, que permanecerá en prisión de por vida. A lo largo de los años, los líderes religiosos hemos admitido que muchos cristianos, así como los pertenecientes a otras confesiones, actuaron mal y participaron en el genocidio. Pero también hemos comprendido que teníamos que seguir adelante y tomar un nuevo camino con decisión. El Santo Padre, con motivo de la visita del presidente Kagame al Vaticano en 2017, imploró el perdón por el genocidio en nombre de los cristianos. Creo que puedo decir que hemos hecho un camino fructífero también porque hemos empezado por la gente y hemos promovido la reconciliación a todos los niveles en las parroquias, teniendo en cuenta el llamamiento que nos hizo Juan Pablo II para un cambio de conciencia. En nuestras parroquias hay caminos de apoyo para reunir a las víctimas y a los perseguidores que han pedido perdón, recientemente hemos inaugurado un edificio en una parroquia de Butare, que alberga a las familias de las víctimas y a los autores arrepentidos”.
La relación con las autoridades políticas no siempre ha sido fácil, también por la pesada herencia que dejó en el país el genocidio. Sin embargo, desde la visita del presidente al Papa en 2017, algo ha cambiado:
“La situación -continúa Mons. Rukamba- ha mejorado mucho y las relaciones entre el Estado y la Iglesia han experimentado un cambio. Desde hace unos meses, pues, tenemos un cardenal, Antoine Kambanda Arzobispo Metropolitano de Kigali, y podemos decir que estamos viviendo una nueva colaboración. En este momento estamos buscando un acuerdo marco que regule definitivamente las relaciones entre el Estado y la Iglesia. El día del recuerdo del genocidio se celebró una ceremonia y por primera vez se mencionaron públicamente los nombres de algunos sacerdotes o de Joseph Ruzindana, obispo de Byumba, asesinado durante los enfrentamientos. Fueron definidos y reconocidos como ‘Justos’ porque se opusieron a la violencia y salvaron vidas”.
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